Página 45 - Consejos sobre Mayordom

Basic HTML Version

Hay que sostener la obra de Dios
41
y dando, recibiendo y devolviendo al Señor lo que es suyo. Dios
imparte a cada verdadero creyente luz y bendición, y el creyente las
imparte a su turno a otros en la obra que hace por el Señor. Al dar
de lo que recibe, aumenta su capacidad para recibir. Hace lugar para
una nueva provisión de gracia y verdad. Recibe una luz más clara
y un mayor conocimiento. La vida y el crecimiento de la iglesia
dependen de este dar y recibir. El que recibe, pero que nunca da,
pronto deja de recibir. Si la verdad no fluye de él hacia otros, pierde
su capacidad para recibir. Debemos impartir los bienes del cielo si
queremos recibir nuevas bendiciones.
El Señor no se propone venir a este mundo para poner oro y plata
a disposición del adelantamiento de su obra. Proporciona recursos
a los hombres para que éstos, mediante sus donativos y ofrendas,
mantengan su obra en progreso. Un propósito por encima de todos
los demás para el que debieran usarse los donativos de Dios, es el
sostén de los obreros en los campos donde se realiza la cosecha [de
almas]. Y si los hombres están dispuestos a convertirse en conductos
a través de los cuales las bendiciones del cielo puedan fluir hacia
otros, el Señor mantendrá esos canales provistos. Los hombres no se
empobrecen al devolver a Dios lo que es suyo; la pobreza sobreviene
cuando se retienen esos recursos...
Un tiempo para ejercer economía y sacrificio
Dios pide que su pueblo despierte a sus responsabilidades. De su
palabra fluye abundancia de luz, y debe producirse un cumplimiento
[41]
de las obligaciones descuidadas. Cuando se lleva a cabo esto dando
al Señor lo que le pertenece en diezmos y ofrendas, se abrirá el
camino para que el mundo escuche el mensaje que el Señor se
propone que éste oiga. Si nuestro pueblo poseyera el amor de Dios
en el corazón, si cada miembro de iglesia estuviera imbuido por el
espíritu de abnegación, no habría falta de fondos para las misiones
nacionales y extranjeras; nuestros recursos se multiplicarían; se
abrirían mil puertas de utilidad, y se nos invitaría a entrar por ellas.
Si se hubiera cumplido el propósito de Dios de presentar el mensaje
de misericordia al mundo, Cristo habría venido y los santos habrían
recibido la bienvenida a la ciudad de Dios.