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Formas en las que se arruina el carácter
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poco juiciosos, que alaban y consienten a los jóvenes que están
bajo su cuidado sin pensar en el futuro. El capricho y el orgullo son
males que convirtieron a los ángeles en demonios y les cerraron
las puertas del cielo. Y, sin embargo, inconscientemente hay padres
que sistemáticamente preparan a sus hijos para que sean agentes de
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Satanás.—
Pacific Health Journal, enero de 1890
.
Por hacerse esclavos de los adolescentes
—Cuántos padres
agotados por el trabajo y sobrecargados se han convertido en es-
clavos de sus hijos mientras que, en armonía con su educación y
preparación, los hijos viven para complacerse, divertirse y glorifi-
carse a sí mismos. Los padres siembran la semilla en el corazón
de sus hijos, y ésta dará una cosecha que no se atreven a recoger.
Con esta preparación, a la edad de diez, doce o dieciséis años, los
hijos piensan que son muy sabios, se imaginan que son prodigios, y
se consideran a sí mismos como demasiado conocedores para estar
sometidos a sus padres y demasiado encumbrados para doblegarse
a los deberes de la vida de todos los días. El amor al placer rige su
mente y el egoísmo, el orgullo y la rebelión producen amargos re-
sultados en su vida. Aceptan las insinuaciones de Satanás y cultivan
una ambición malsana para impresionar en el mundo.—
The Youth’s
Instructor, 20 de julio de 1893
.
Por un amor y simpatía descarriados
—Los padres pueden
prodigar su afecto a sus hijos a expensas de la obediencia a la santa
ley de Dios. Guiados por ese afecto, desobedecen a Dios permitiendo
que sus hijos pongan en práctica impulsos equívocados y retienen
la instrucción y disciplina que Dios les ha ordenado darles. Cuando
los padres desobedecen así las órdenes de Dios, ponen en peligro su
propia alma y las de sus hijos.—
The Review and Herald, 6 de abril
de 1897
.
La debilidad para demandar obediencia y el falso amor y sim-
patía, el falso concepto de que es sabio consentir y no reprimir,
constituyen un sistema de educación que aflige a los ángeles, pero
deleita a Satanás porque atrae a centenares y millares de niños a sus
filas. Por eso él ciega los ojos de los padres, nubla sus facultades
y confunde su mente. Ven que sus hijos e hijas no son agradables,
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simpáticos, obedientes ni cuidadosos; sin embargo [a pesar de esa
complacencia paternal], los hijos crecen en el hogar, para envenenar
su vida, [de los padres] llenar su corazón de aflicción, y se añaden al