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La disciplina en el hogar
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No haya desviación de los principios correctos
—Antigua-
mente, la autoridad paterna era respetada: los hijos estaban entonces
sujetos a sus padres, y los temían y reverenciaban; pero en estos
últimos días el orden ha sido invertido. Algunos padres están sujetos
a sus hijos. Temen contrariar su voluntad, y por lo tanto ceden a lo
que les exigen. Pero mientras que los hijos están bajo el techo de
sus padres, y dependen de ellos, deben estar sujetos a su voluntad.
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Los padres deben obrar con decisión, requiriendo que se acate lo
que ellos consideran correcto.—
Joyas de los Testimonios 1:76
.
Tómense medidas extremas si la desobediencia obstinada no
es reprimida
—Algunos padres indulgentes que aman la comodidad
temen ejercer una autoridad sana sobre sus hijos indisciplinados
para que ellos no huyan del hogar. Sería mejor que algunos hicieran
eso antes que permanecer en el hogar viviendo a expensas de la
generosidad de sus padres y al mismo tiempo hollando toda auto-
ridad tanto humana como divina. Sería muy provechoso que tales
hijos tuvieran la plena independencia que se imaginan que es tan
deseable, que aprendieran que se necesita esforzarse para vivir. Di-
gan los padres al muchacho que amenaza con escaparse del hogar:
“Hijo mío, si estás determinado a irte del hogar antes que someterte
a reglas justas y debidas, no te lo impediremos. Si piensas que el
mundo es más amistoso que los padres que te han cuidado desde la
infancia, deberás descubrir tu error por ti mismo. Serás bienvenido
cuando desees volver a la casa de tu padre para ser sometido a su
autoridad. Las obligaciones son mutuas. Al paso que tú tienes ali-
mento, vestido y cuidado paternal, a tu vez estás en la obligación de
someterte a las reglas del hogar y a la sana disciplina. Mi casa no
puede ser mancillada con el hedor del tabaco, con palabras viles o
embriaguez. Deseo que los ángeles de Dios estén en mi hogar. Si
estás plenamente determinado a servir a Satanás, mejor estarás con
aquellos cuya compañía amas, de lo que estarías en tu hogar”.
Un proceder tal frenaría la degradación de millares. Pero con
demasiada frecuencia los hijos saben que pueden hacer lo peor
y, sin embargo, una madre poco prudente intercederá por ellos y
ocultará sus transgresiones. Más de un hijo rebelde se jacta porque
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sus padres no han tenido valor para reprimirlo. . . . No lo fuerzan a
obedecer. Tales padres fomentan en sus hijos la disipación y están
deshonrando a Dios por su necia indulgencia. Son estos jóvenes