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La administración de la disciplina correctiva
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Dad pocas órdenes; luego requerid obediencia
—Sean cuida-
dosas las madres de no dar órdenes innecesarias para exhibir su
autoridad ante otros. Dad pocas órdenes, pero ved que sean obedeci-
das.—
The Signs of the Times, 9 de febrero de 1882
.
Al disciplinar a vuestros niños, no los desliguéis de lo que les
habéis requerido que hagan. No esté tan preocupada vuestra mente
por otras cosas al punto de que caigáis en el descuido. Y no os
canséis de vuestra vigilancia porque vuestros niños olvidan y hacen
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lo que les habéis prohibido hacer.—
Manuscrito 32, 1899
.
En todas vuestras órdenes, procurad conseguir el mayor bien de
vuestros niños, y luego ved que esas órdenes se cumplan. Deben
ser inmutables vuestra energía y decisión, y sin embargo, siempre
sometidas al espíritu de Cristo.—
The Signs of the Times, 13 de
septiembre de 1910
.
El trato con un niño negligente
—Cuando pedís a vuestro hijo
que haga alguna cosa y él contesta: “Sí, la haré”, y luego no cumple
su palabra, no debéis dejar así el asunto. Debéis hacer que vuestro
hijo dé cuenta de su negligencia. Si lo pasáis por alto sin llamarle la
atención, educáis a vuestro hijo en hábitos de negligencia e infide-
lidad. Dios ha dado una mayordomía a cada hijo. Los hijos han de
obedecer a sus padres. Han de ayudar a llevar las cargas y responsa-
bilidades del hogar, y cuando descuidan la obra asignada, debiera
llamárselos a cuentas y requerirse que las realicen.—
Manuscrito
127, 1899
.
Los resultados de la disciplina apresurada y espasmódica
Cuando los niños han cometido una falta, ellos mismos están convic-
tos de su pecado y se sienten humillados y desasosegados. Repren-
derlos frecuentemente por sus faltas, dará como resultado hacerlos
tercos y enconados. Como potros indómitos, parecieran determina-
dos a crear dificultades, y las reprimendas no les harán bien. Los
padres debieran buscar la forma de dirigir la mente de ellos hacia
otros canales.
Pero la dificultad estriba en que los padres no son uniformes en
su trato, sino que proceden más por impulso que por principio. Se
dejan arrebatar por la pasión y no dan a sus hijos el ejemplo que
debieran dar los padres cristianos. Un día pasan por alto las faltas
de sus hijos, y al día siguiente no manifiestan paciencia ni dominio
propio. No observan la orden del Señor de hacer justicia y juicio.
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