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Conducción del Niño
Ha de mezclarse la justicia con la misericordia
—Dios es
nuestro Dador de la ley y nuestro Rey, y los padres han de colocarse
bajo su gobierno. Esta regla prohíbe toda presión de los padres y
toda desobediencia de los hijos. El Señor está lleno de amante bon-
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dad, misericordia y verdad. Su ley es santa, justa y buena y debe ser
obedecida por los padres y los hijos. Las reglas que debieran regir
la vida de los padres y los hijos manan de un corazón de infinito
amor, y las ricas bendiciones de Dios descansarán sobre aquellos
padres que imparten la ley de Dios en sus hogares, y sobre los hi-
jos que obedecen esa ley. Ha de sentirse la influencia combinada
de la misericordia y de la justicia. “La misericordia y la verdad se
encontraron; la justicia y la paz se besaron”. Los hogares que estén
bajo esta disciplina caminarán en los senderos del Señor haciendo
justicia y juicio.—
The Signs of the Times, 23 de agosto de 1899
.
Los padres que permiten que su dirección se convierta en un
despotismo están cometiendo una terrible equivocación. Se hacen
daño a sí mismos y no sólo a sus hijos; apagan en el joven corazón de
ellos el amor que fluiría en actos y palabras de afecto. Se reflejarán
sobre los padres la bondad, la tolerancia y el amor manifestados a
los hijos. Lo que siembren, eso también segarán. . . .
Al procurar administrar justicia, recordad que ella tiene una gemela
que es la misericordia. Las dos están lado a lado y no debieran ser
separadas.—
The Review and Herald, 30 de agosto de 1881
.
La severidad despierta el espíritu combativo. Consejo para
los padres severos
—La severidad y la justicia, cuando no están
mezcladas con el amor, no guiarán a vuestros hijos a hacer lo co-
rrecto. Advertid cuán prestamente se despierta en ellos el espíritu
combativo. Hay una mejor forma de manejarlos que la mera com-
pulsión. La justicia tiene un hermano gemelo que es el amor. Dense
las manos el amor y la justicia en todo vuestro trato, y con seguri-
dad tendréis la ayuda de Dios para cooperar con vuestros esfuerzos.
El Señor, vuestro generoso Redentor, quiere bendeciros y daros su
mente, su gracia y su salvación para que tengáis un carácter que
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Dios pueda aprobar.—
Carta 19a, 1891
.
La autoridad de los padres debiera ser absoluta. Sin embargo,
no ha de abusarse de este poder. El padre no debiera ser gobernado
por el capricho al dirigir a sus hijos, sino por la norma de la Biblia.
Cuando permite que rijan sus propios ásperos rasgos de carácter, se