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Con amor y firmeza
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juegos, siendo a veces hasta niños entre ellos, harán a los niños muy
felices, y conquistarán su amor y confianza. Y los niños aprenderán
más rápidamente a respetar y amar la autoridad de sus padres y
maestros.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos, 61, 62
.
Procurad imitar a Cristo
—El [Cristo] se identificaba con los
humildes, los necesitados y los afligidos. Tomaba a los niñitos en
sus brazos y descendía al nivel de los jóvenes. Su gran corazón
de amor podía comprender sus pruebas y necesidades y disfrutaba
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con sus motivos de alegría. Su espíritu, cansado con el bullicio y la
confusión de la ciudad atestada, cansado de asociarse con hombres
astutos e hipócritas, encontraba descanso y paz en la compañía de
los niños inocentes. Su presencia nunca los repelía. La Majestad
del cielo condescendía en contestar a sus preguntas y simplificaba
sus importantes lecciones para amoldarse a su pueril entendimiento.
Plantaba en sus mentes jóvenes y en desarrollo las semillas de la
verdad que brotarían y producirían una abundante cosecha en sus
años más maduros.—
Testimonies for the Church 4:141
.
Un joven descarriado que necesitaba simpatía
—He leído sus
cartas con interés y simpatía. Diría que su hijo necesita ahora un
padre como nunca lo ha necesitado antes. Se ha equivocado; Ud. lo
sabe, y Él sabe que Ud. lo sabe; y las palabras que, en su inocencia,
Ud. le hubiera dicho con seguridad y que no le hubieran producido
ningún mal resultado, ahora parecerían tan despiadadas y cortantes
como un cuchillo. . . . Sé que los padres sienten la vergenza de
los descarríos de un hijo que los ha deshonrado mucho, pero ¿el
descarriado hiere y lastima el corazón del padre terrenal más de
lo que nosotros, como hijos de Dios, lastimamos a nuestro Padre
celestial, que nos ha dado y sigue todavía dándonos su amor, invi-
tándonos a volver y arrepentimos de nuestros pecados e iniquidades,
y él perdonará nuestras transgresiones?
No retraiga su amor ahora. Ese amor y simpatía se necesitan
ahora como nunca antes. Cuando otros consideran con frialdad y
dan la peor interpretación a los descarríos de su hijo, ¿no debieran
el padre y la madre, con ternura compasiva, procurar guiar sus pasos
por la senda segura? No conozco el carácter de los pecados de su
hijo, pero me siento segura al decir que, cualesquiera sean, ningún
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comentario de labios humanos, ninguna presión de las acciones
humanas, de los que piensan que están haciendo justicia, debiera