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Conducción del Niño
Procurad comprender los remedios de la naturaleza
—El aire
puro, el sol, la abstinencia, el descanso, el ejercicio, un régimen
alimentario conveniente, el agua y la confianza en el poder divino
son los verdaderos remedios. Todos debieran conocer los agentes
que la naturaleza provee como remedios, y saber aplicarlos. Es de
suma importancia darse cuenta exacta de los principios implicados
en el tratamiento de los enfermos, y recibir una instrucción práctica
que le habilite a uno para hacer uso correcto de estos conocimientos.
El empleo de los remedios naturales requiere más cuidados y
esfuerzos de lo que muchos quieren prestar. El proceso natural
de curación y reconstitución es gradual y les parece lento a los
impacientes. El renunciar a la satisfacción dañina de los apetitos
impone sacrificios. Pero al fin se verá que, si no se le pone trabas,
la naturaleza desempeña su obra con acierto y los que perseveren
en la obediencia a sus leyes encontrarán recompensa en la salud del
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cuerpo y del espíritu.—
El Ministerio de Curación, 89
.
Un código abarcante
—En lo que atañe a lo que podemos hacer
por nosotros mismos, hay un punto que requiere cuidadosa y me-
ditada consideración. Debo conocerme a mí mismo. Siempre debo
aprender la forma de cuidar de este edificio, el cuerpo que Dios me
ha dado, para que pueda preservarlo en la mejor condición de salud.
Debo comer aquellas cosas que serán para mi mejor bien físico,
y debo cuidar especialmente mi ropa de modo que favorezca una
saludable circulación de la sangre. No debo privarme del ejercicio
y del aire. Debo recibir toda la luz solar que me sea posible. Debo
tener sabiduría para ser un fiel guardián de mi cuerpo.
Haría una insensatez muy grande si entrara en una habitación
fría habiendo transpirado; sería un mayordomo insensato si me sen-
tara en una corriente de aire, y así me expusiera a resfriarme. Sería
insensato si me sentara con los pies y los miembros fríos y así con-
gestionara el cerebro y los otros órganos internos con la sangre de las
extremidades. Siempre debiera proteger mis pies en tiempo húmedo.
Debiera comer regularmente de los alimentos más saludables que
me proporcionarán la mejor calidad de sangre, y no debiera trabajar
con intemperancia, si es que puedo evitarlo. Y cuando viole las leyes
que Dios ha establecido en mi ser, debo arrepentirme y reformarme,
y colocarme en la condición más favorable bajo el cuidado de los