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El hogar y la cruzada pro temperancia
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con su deber, con fe y esperanza, en favor de sus descendientes
infortunados!—
Testimonies for the Church 3: 567, 568
.
Deben educarse los gustos y el apetito
—Los padres debieran
considerar como su primera ocupación el comprender las leyes de
la vida y la salud, a fin de que no hagan nada en la preparación
del alimento, o por medio de cualquier otro hábito, que desarrolle
tendencias erróneas en sus hijos. Cuán cuidadosamente debieran
estudiar las madres a fin de presentar sus mesas con los alimentos
más sencillos y saludables, para que no se debiliten los órganos
digestivos, no se desequilibre la energía nerviosa y no se contrarreste
la instrucción que debieran dar a sus hijos debido al alimento que
se coloca delante de ellos. Este alimento debilita o fortalece el estó-
mago y tiene mucho que ver en el control de la salud física y moral
de los hijos que son propiedad de Dios comprada con sangre.—
Testimonies for the Church 3: 568
.
¡Qué sagrado encargo es entregado a los padres, resguardar la na-
turaleza física y moral de sus hijos de modo que el sistema nervioso
sea bien equilibrado y no se ponga en peligro el alma!—
Testimonies
for the Church 3:561
.
Nuestras hermanas pueden hacer mucho en la obra de la salva-
ción de los demás, al poner sobre sus mesas únicamente alimentos
sanos y nutritivos. Pueden dedicar su precioso tiempo a educar
los gustos y apetitos de sus hijos, a hacerles adquirir hábitos de
temperancia en todas las cosas y a estimular la abnegación y la be-
nevolencia para beneficio de los demás.—
Joyas de los Testimonios
1:419, 420
.
Son responsables los padres negligentes
—Para evitar la tarea
de educar pacientemente a sus hijos en hábitos de abnegación, mu-
chos padres los complacen dándoles de comer y beber lo que les
plazca. El deseo de satisfacer el gusto y complacer las inclinaciones
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no disminuye con el correr de los años y esos jóvenes mimados,
al crecer, son gobernados por el impulso, son esclavos del apetito.
Cuando ocupan su lugar en la sociedad y comienzan la vida por sí
mismos, no tienen poder para resistir la tentación. En el glotón, el
aficionado al tabaco, . . . y el ebrio, vemos los malos resultados de
la educación errónea. . . .
Cuando oímos los tristes lamentos de hombres y mujeres cris-
tianos por los terribles males de la intemperancia, inmediatamente