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Conducción del Niño
podría vivir ante su vista? ¿Qué hubiera sucedido si hubiéramos
sido menos precavidos y hubiéramos presentado el caso de este
hombre delante de Dios mientras practicaba la iniquidad, nos habría
oído el Señor? ¿Habría contestado? “Porque tú no eres un Dios
que se complace en la maldad; el malo no habitará junto a ti. Los
insensatos no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que
hacen iniquidad” . . . Este no es un caso solitario. Aun la relación
matrimonial no fue suficiente para preservar a este hombre de los
hábitos corruptos de su juventud. Ojalá pudiera yo ser convencida
de que son raros los casos como el que he presentado, pero sé que
son frecuentes.—
Testimonies for the Church 2:349-351
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Un suicida
—El señor ----- profesaba ser un consagrado seguidor
de Cristo. Su salud estaba muy débil. Nuestra simpatía se despertó
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en favor de él. . . .
Su caso me fue mostrado en visión. Vi que estaba engañado
en cuanto a sí mismo, que no disfrutaba del favor de Dios. Había
practicado la masturbación hasta el punto de ser un mero despojo
humano. Me fue mostrado que este vicio es una abominación a la
vista de Dios. . . .
Había practicado esos hábitos por tanto tiempo, que parecía haber
perdido el dominio propio. Era naturalmente inteligente, poseíá
habilidades más que comunes. Pero ¡cómo habían sido puestas bajo
el dominio de Satanás y consumidas ante su altar todas sus facultades
corporales y mentales!
Este hombre había llegado al punto de que parecía estar aban-
donado por Dios. Se iba a los bosques y pasaba días y noches en
ayuno y oración para poder vencer ese gran pecado, y luego volvia
a sus viejas prácticas. Dios no escuchaba sus oraciones. Pedía a
Dios que hiciera para él lo que había estado en su poder hacer por sí
mismo. Había hecho promesas a Dios vez tras vez, y frecuentemente
había quebrantado sus votos y se había entregado a sus propias con-
cupiscencias corruptas, hasta el punto de que Dios lo había dejado
para que realizara su propia ruina. Ya ha muerto. Fue un suicida. La
pureza del cielo nunca se malogrará con su compañía.—
An Appeal
to Mothers, 24-28
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