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El libro de la naturaleza
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La Biblia interpreta los misterios de la naturaleza
—Sin em-
bargo, hasta el niño, al ponerse en contacto con la naturaleza, hallará
causas de perplejidad. No puede dejar de reconocer la actuación
de fuerzas antagónicas. Es aquí donde la naturaleza necesita un
intérprete. Al ver el mal manifiesto hasta en el mundo natural, todos
tienen que aprender la misma triste lección: “Algún enemigo ha
hecho esto”.
Mateo 13:28
. Sólo se puede leer debidamente la ense-
ñanza de la naturaleza, a la luz que procede del Calvario. Hágase ver
por medio de la historia de Belén y de la cruz, cuán bueno es vencer
el mal, y cómo constituye un don de la redención cada bendición
que recibimos.
En la zarza y la espina, el abrojo y la cizaña, está representado el
mal que marchita y desfigura. En el canto del pájaro y el pimpollo
que se abre, en la lluvia, y la luz del sol, en la brisa estival y en
el suave rocío, en diez mil objetos de la naturaleza, desde el cedro
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del bosque hasta la violeta que florece a su pie, se ve el amor que
restaura. Y la naturaleza nos habla todavía de la bondad de Dios.—
La Educación, 97
.
Lecciones en el aula ideal
—Así como los moradores del Edén
aprendieron de las páginas de la naturaleza, así como Moisés perci-
bió lo que Dios había escrito en los llanos y las montañas de Arabia,
y el niño Jesús en los cerros de Nazaret, los niños de hoy día también
pueden aprender del Creador. Lo visible ilustra lo invisible.—
La
Educación, 96
.
Cultivad el amor a la naturaleza
—Que la madre . . . encuentre
tiempo para cultivar en ella misma y en sus hijos amor por las cosas
hermosas de la naturaleza. Que les muestre las glorias extendidas
en los cielos, los miles de formas de belleza que adornan la tierra, y
que luego les hable acerca del que creó todas estas cosas. Así podrá
conducir su tierna mente hacia su Creador, y despertar en su corazón
reverencia y amor por el Dador de toda bendición. Los campos y las
colinas—la cámara de audiencia de la naturaleza—deberían ser el
aula para los niños. Sus tesoros deberían constituir su libro de texto.
Las lecciones así impresas en su mente no se olvidarán fácilmente. .
.
Los padres pueden hacer mucho al relacionar a sus hijos con Dios
animándolos a amar las cosas de la naturaleza que él les ha dado, y
a reconocer la mano del Dador en todo lo que reciben. El suelo del