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Conducción del Niño
Padres y madres, por muy urgentes que sean vuestros negocios,
no dejéis nunca de reunir a vuestra familia en torno del altar de Dios.
Pedid el amparo de los santos ángeles para vuestra casa. Recordad
que vuestros amados están expuestos a tentaciones.—
El Ministerio
de Curación, 304
.
No pasemos por alto nuestras obligaciones hacia Dios al es-
forzarnos por atender la comodidad y felicidad de los huéspedes.
Ninguna consideración debería hacernos desatender la hora de la
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oración. No habléis ni os entretengáís con otras cosas hasta el punto
de estar todos demasiado cansados para gozar de un momento de
devoción. Hacer esto es presentar a Dios una ofrenda imperfecta.
Deberíamos presentar nuestras súplicas y elevar nuestras voces en
alabanza feliz y agradecida, a una hora temprana de la noche, cuando
podamos orar sin prisa e inteligentemente.
Vean todos los que visitan un hogar cristiano que la hora de
la oración es la más preciosa, la más sagrada y la más feliz del
día. Estos momentos de devoción ejercen una influencia refinadora,
elevadora sobre todos los que participan de ellos. Producen un
descanso y una paz gratos al espíritu.—
Mensajes para los Jóvenes,
34
.
Respeten los hijos la hora del culto
—Debéis enseñar a vues-
tros hijos a ser bondadosos, serviciales, accesibles a las súplicas y,
sobre todo lo demás, respetuosos de las cosas religiosas, y deben
sentir la importancia de los requerimientos de Dios. Se les debe en-
señar a respetar la hora de la oración; se debe exigir que se levanten
por la mañana para estar presentes en el culto familiar.—
Joyas de
los Testimonios 2:133, 134
.
Hágase interesante el período del culto
—El padre, que es el
sacerdote de su casa, debiera dirigir los cultos matutino y vespertino.
No hay razón para que éste no sea el ejercicio más interesante y
agradable de la vida hogareña, y Dios es deshonrado cuando se lo
hace seco y tedioso. Sean cortas y animadas las reuniones del culto
familiar. No permitáis que vuestros hijos o cualquier otro miembro
de la familia les tengan miedo por ser tediosos o faltos de interés.
Cuando se lee un capítulo largo y se lo explica y se eleva una larga
oración, este precioso servicio se hace cansador y es un alivio cuando
termina.
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