Capítulo 7—Lecciones prácticas del libro de la
naturaleza
La voz de Dios en su creación
—Doquiera nos volvamos, oímos
la voz de Dios y contemplamos la obra de sus manos.
Desde el solemne y profundo retumbo del trueno y el incesan-
te rugido del viejo océano, hasta los alegres cantos que llenan los
bosques de melodía, las diez mil voces de la naturaleza expresan
su loor. En la tierra, en el mar y en el cielo, con sus maravillosos
matices y colores, que varían en glorioso contraste o se fusionan
armoniosamente, contemplamos su gloria. Las montañas eternas
hablan de su poder. Los árboles que hacen ondear sus verdes estan-
dartes a la luz del sol, las flores en su delicada belleza, señalan a su
Creador. El verde vivo que alfombra la tierra, habla del cuidado de
Dios por la más humilde de sus criaturas. Las cuevas del mar y las
profundidades de la tierra, revelan sus tesoros. El que puso las perlas
en el océano y la amatista y el crisólito entre las rocas, ama lo bello.
El sol que se levanta en los cielos es una representación de Aquel
que es la vida y la luz de todo lo que ha hecho. Todo el esplendor y
la hermosura que adornan la tierra e iluminan los cielos, hablan de
Dios.
Por lo tanto, mientras disfrutamos de sus dones, ¿habremos de
olvidarnos del Dador? Dejemos más bien que nos induzcan a con-
templar su bondad y su amor, y que todo lo que hay de hermoso en
nuestra patria terrenal nos recuerde el río cristalino y los campos
verdes, los ondeantes árboles y las fuentes vivas, la resplandeciente
ciudad y los cantores de ropas blancas de nuestra patria celestial,
el mundo de belleza que ningún artista puede pintar, que ninguna
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lengua mortal puede describir. “Cosas que ojo no vio, ni oreja oyó,
ni han subido en corazón de hombre, son las que ha Dios preparado
para aquellos que le aman”.
1 Corintios 2:9
.—
Consejos para los
Maestros Padres y Alumnos, 44
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Del amor y el carácter de Dios
—Las madres . . . no deberían
recargarse tanto con actividades y preocupaciones que no les que-
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