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Conducción del Niño
una columna de fuego de noche se mueven delante de nosotros como
sucedió con el antiguo Israel. Los padres cristianos tienen el privile-
gio hoy día, así como lo fue para el pueblo de Dios de la antigüedad,
de llevar a sus hijos consigo a la Tierra Prometida.—
The Signs of
the Times, 24 de noviembre de 1881
.
Queréis que los vuestros sean para Dios, queréis que vuestra
familia sea para Dios. Queréis llevarlos a las puertas de la ciudad
celestial y decir: “Heme aquí, Señor, y los hijos que tú me diste”.
Quizá sean hombres y mujeres que se han desarrollado hasta la
virilidad y la femineidad, pero de todos modos son vuestros hijos, y
vuestra educación y la forma en que velasteis sobre ellos han sido
bendecidas por Dios hasta el punto de que están como vencedores.
Entonces podéis decir: “Heme aquí, Señor, y los hijos”.—
Manuscrito
40, 1894
.
Se reeslabonarán las cadenas familiares rotas
—Jesús viene,
viene en las nubes con grande gloria. Lo acompañarán una multitud
de ángeles resplandecientes. Vendrá para honrar a los que lo han
amado y han guardado sus mandamientos, y para llevarlos consigo.
No los ha olvidado, ni ha olvidado sus promesas. Se unirán de nuevo
los eslabones de la cadena familiar.—
The Review and Herald, 22 de
noviembre de 1906
.
Consuelo para una madre enlutada
—Ud. pregunta si su hijito
será salvo. Las palabras de Cristo son su respuesta: “Dejad a los
niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino
de los cielos”. Recuerde la profecía: “Así ha dicho Jehová: voz fue
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oída en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquel que lamenta por sus
hijos, y no quiso ser consolada . . . Así ha dicho Jehová: reprime del
llanto tu voz, y de las lágrimas tus ojos; porque salario hay para tu
trabajo, dice Jehová, y volverán de la tierra del enemigo. Esperanza
hay también para tu porvenir, dice Jehová, y los hijos volverán a su
propia tierra”.
Esta promesa es suya. Ud. puede ser consolada y confiar en el
Señor. El Señor me ha instruido con frecuencia que muchos pe-
queñuelos deben morir antes del tiempo de angustia. Veremos de
nuevo a nuestros hijos. Nos encontraremos con ellos y los reconoce-
remos en los atrios celestiales. Ponga su confianza en el Señor y no
tema.—
Carta 196, 1899
.