Página 29 - Cristo Nuestro Salvador (1976)

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La tentación
Después de su bautismo, Jesús fué llevado del Espíritu al desierto
para ser tentado del diablo.
Al ir al desierto, Cristo fué guiado por el Espíritu de Dios. No fué
en busca de la tentación, sino del retiro que necesitaba para meditar
acerca de su misión y de su obra.
Por medio de la oración y del ayuno quería fortalecerse en previ-
sión de la senda de aflicción y tormento que le tocaba recorrer. Mas
Satanás sabía adónde había ido el Salvador; y allí fué él también
para tentarle.
Al alejarse Cristo de la ribera del Jordán, su rostro estaba ilumi-
nado por la gloria de Dios, pero después de haberse internado en el
desierto, aquella gloria se desvaneció.
Los pecados del mundo pesaban sobre él, y su rostro revelaba
una tristeza y angustia cual nunca las sintiera hombre alguno. Estaba
sufriendo por los pecadores.
En el Edén. Adán y Eva habían desobedecido a Dios comiendo
del fruto prohibido. Su desobediencia había introducido el pecado y
la muerte en el mundo
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Cristo vino para dar un ejemplo de obediencia. En el desierto,
después de haber ayunado cuarenta días, no quiso desviarse de la
voluntad de su Padre ni siquiera para conseguir algo que comer.
Nuestros primeros padres cayeron seducidos por el apetito. Con
su largo ayuno Cristo iba a probar que el apetito puede ser dominado.
Satanás tienta a los hombres para que se abandonen a sus apeti-
tos, porque éstos debilitan el cuerpo y ofuscan la mente. Sabe que
entonces puede engañarlos y destruírlos con más facilidad.
Pero el ejemplo de Cristo nos enseña que todo mal deseo debe
ser vencido. No son nuestros apetitos los que deben dominarnos,
sino que nos toca a nosotros dominarlos.
Cuando Cristo ordenó a Satanás que se retirara, éste no pudo resistir el man-
dato, y se apartó lleno de ira
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