Página 114 - Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabatica (1992)

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El examen propio
El Señor quiere que los maestros de nuestras escuelas sabáticas
se examinen a sí mismos para ver si están en el amor de Dios. En
la vida de todos aquellos que trabajan en la causa de Dios, vendrán
pruebas de parte de Dios para probar el carácter. Los maestros
deberían estar constantemente aprendiendo y esforzándose para
obtener una comprensión más cabal y un juicio correcto de las cosas
de Dios. Hay peligro de que los maestros se vuelvan confiados en sí
mismos, y tengan tanta estimación propia, que no comprendan sus
propias deficiencias; que son estrechas sus ideas, y que no amplían
sus horizontes, ni progresan. No aumentan su capacidad sino su
altivez. No le dan cabida a Jesús en su corazón y en su vida. El
maestro debería cultivar sus facultades y el don del habla, de manera
que pudiera hablar distintamente, articulando en forma inteligible.
Deben cultivar las facultades mentales, y no dejar tan débiles ni tan
confusos los poderes del pensamiento que no puedan explicar ni
entender las doctrinas de nuestra fe. Si el maestro no es persona de
piedad sincera, de pureza, de abnegación, ni está dispuesto a soportar
inconvenientes, no es apto para esta obra grande y solemne. Es el
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deber del maestro probar sus propias facultades, su propio espíritu,
y comprender por medio de un examen estricto de sí mismo, su
verdadera posición delante de Dios...
El ejemplo del maestro
Si el que acepta la responsabilidad de enseñar no posee todas
las cualidades necesarias, pero siente la responsabilidad de su cargo,
hará cuanto pueda para aprender. Cultivará la reverencia, la alegría de
espíritu y la firmeza. Sea vuestro comportamiento de carácter tal que
vuestra clase aprenda a tener pensamientos solemnes y reverencia
hacia Dios. Aunque las ideas sean presentadas con simplicidad,
el lenguaje, al hablar de Dios, de Cristo, de sus sufrimientos, de
su resurrección como realidades para vosotros, debería elevar las
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