Una señal de honor
Dios, en sus planes sabios, hizo depender el progreso de su
causa de los esfuerzos personales de su pueblo y de sus ofrendas
voluntarias. Aceptando la cooperación del hombre en el gran plan de
redención, le confirió señalada honra. El ministro no puede predicar
a menos que se lo envíe. La obra de dispensar luz no incumbe sólo
a los ministros. Cada persona, al llegar a ser miembro de la iglesia,
se compromete a ser representante de Cristo viviendo la verdad que
[148]
profesa. Los que siguen a Cristo deben llevar adelante la obra que él
les dejó cuando ascendió al cielo.—
Testimonios Selectos 3:333
.
151