Página 156 - Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabatica (1992)

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La providencia de Dios se anticipa a nuestra
liberalidad
Tanto las pequeñas como las mayores corrientes de beneficen-
cia deben mantenerse siempre fluentes. La providencia de Dios se
anticipa mucho a nosotros, avanzando mucho más rápidamente que
nuestra liberalidad. El camino del progreso y de la edificación de
la causa de Dios, se halla bloqueado por el egoísmo, el orgullo, la
codicia, la extravagancia y el amor a la ostentación. Descansa sobre
toda la iglesia la solemne responsabilidad de levantar todo ramo de
la obra. Si sus miembros siguen a Cristo, rehusarán complacer su
inclinación a la ostentación, el amor al vestido, el amor a las casas
elegantes y a los muebles costosos. Debe haber entre los adventistas
mucho mayor humildad y una distinción mucho mayor del mundo,
o de otra manera Dios no nos aceptará, cualquiera fuere nuestra
posición o el carácter de la obra en la cual estemos empeñados. La
economía y la abnegación proporcionarán a muchas personas que se
hallan en circunstancias moderadas medios para la benevolencia. Es
el deber de todos aprender de Cristo, y andar humildemente por el
camino de la propia abnegación que recorriera la Majestad del cielo.
Toda la vida cristiana debe ser una vida de abnegación, a fin de que,
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cuando se hagan los llamados de ayuda, estemos listos a responder.
Mientras Satanás trabaje con energía incansable para destruir
las almas, mientras haya un llamamiento para conseguir obreros en
alguna parte del gran campo de la mies, habrá también un llamado
para el sostén de la obra de Dios en alguno de sus muchos ramos.
Aliviamos una necesidad tan sólo para preparar el camino a fin
de aliviar otras del mismo carácter. La abnegación requerida para
obtener medios para invertir en aquello que Dios considera del
mayor valor, desarrollará hábitos y un carácter que nos otorgarán
las palabras de aprobación: “Bien hecho,” y nos habilitará para vivir
para siempre en la presencia de Aquel que se hizo pobre por nuestra
causa, a fin de que nosotros, por su pobreza, pudiéramos heredar las
riquezas eternas.—
Testimonies for the Church 7:296, 297
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