Consejos a los directores
Hay obra ferviente que hacer en nuestras escuelas sabáticas, y
los que las dirigen deberían tratar de proceder con sabiduría y tacto.
Es una obra delicada e importante la de tratar con las mentes, dejar
una impresión correcta, dar al carácter el molde debido. Es instructor
sabio el que procura poner en acción la habilidad y las facultades
del alumno en lugar de tratar constantemente de dar instrucción.
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En diferentes ocasiones he recibido cartas en las que se me
preguntaba acerca de los deberes del director de la escuela sabática.
Uno que se sentía apenado porque no podía despertar un interés más
profundo de parte de los maestros y alumnos, dijo que él ocupaba
mucho tiempo hablando con ellos, explicándoles todo lo que le
parecía que necesitaban entender, y que sin embargo, parecía haber
una gran falta de interés. No sentían impulsos religiosos. Yo quisiera
decir aquí a este sincero hermano, y a cualesquiera otros que se
hallen trabajando bajo dificultades parecidas: Examinaos para ver si
no sois responsables en gran parte por esta falta de interés religioso.
Observaciones tediosas
Muchos tratan de hacer demasiado, y dejan de animar a sus
maestros y alumnos a hacer lo que pueden. Necesitan gran sencillez
y fervor religioso. Hacen largas y secas pláticas en la escuela sabática
y en la reunión de maestros, cansando así la mente de los maestros
como la de los estudiantes. Tales observaciones están muy fuera de
lugar. No adaptan su instrucción a las verdaderas necesidades de la
escuela, y dejan de atraerse los corazones porque su propio corazón
no está lleno de simpatía espiritual. No se dan cuenta de que por
medio de sus largas y tediosas pláticas están matando el interés en
la escuela y el amor a ella...
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Cuando los corazones de los obreros lleguen a estar en armonía
con Cristo; cuando él, mediante una fe viviente, habite en ellos, no
hablarán ni la mitad de lo que hablan ahora, ni manifestarán la mitad
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