Página 212 - Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabatica (1992)

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El poder del silencio
Los que desean gobernar a otros deben primeramente gobernarse
a sí mismos. El tratar en forma apasionada con un niño o un joven,
solamente despertará su resentimiento. Cuando un padre o un maes-
tro se vuelve impaciente, y está en peligro de hablar insensatamente,
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permanezca silencioso. Hay un poder maravilloso en el silencio.
El maestro debe esperar encontrarse con disposiciones perver-
sas y con corazones endurecidos. Pero al tratar con ellos, no debe
olvidar nunca que él mismo fué una vez un niño y que necesitó
disciplina. Aún ahora, con todas las ventajas que le otorgan la edad,
la educación y la experiencia, yerra a menudo y está en necesidad
de misericordia y tolerancia. Al educar a la juventud debe conside-
rar que está tratando con personas que tienen inclinaciones al mal
similares a las suyas. Tienen que aprenderlo casi todo, y el aprender
es mucho más difícil para unos que para otros. Debe tratar pacien-
temente con el alumno lerdo, no censurando su ignorancia, sino
aprovechando toda oportunidad para darle ánimo. Con los alumnos
sensibles y nerviosos debe tratar muy tiernamente. Un sentido de sus
propias imperfecciones debe inducirlo constantemente a manifestar
simpatía y tolerancia hacia aquellos que también están luchando con
dificultades.
La regla del Salvador: “Todas las cosas que quisiereis que los
hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con
ellos,” debería ser la regla de todos aquellos que se encargan de la
educación de niños y jóvenes. Ellos son los miembros más jóvenes
de la familia del Señor, herederos con nosotros de las gracias de la
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vida. La regla de Cristo debe ser observada sagradamente en el trato
con los más lentos, con los más jóvenes, con los más desatinados, y
aun con los que yerran y son rebeldes....
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