Página 65 - Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabatica (1992)

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Los padres como educadores
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conducta que lleva al cielo y la que lleva al infierno. Hay influencias,
sutiles y engañosas, que alejan a las almas de Dios y de las cosas
celestiales. Es necesario que a cada niño se lo cuide desde su más
tierna infancia hasta la adolescencia y la madurez. Especialmente
aquellos que conocen el peligro del mal y el amor y el interés que
Dios siente por cada alma, deberían convertir en ocupación suya el
velar por las almas como quienes tienen que dar cuenta.
Los padres deberían mandar a sus casas después de sí, como lo
hizo Abrahán, a guardar el camino de Jehová. Si no se hace esto,
Satanás gustosamente tomará a su cargo la obra de los padres, y
educará al niño como a él le place; y ¡oh, cuánto de esta obra se
deja librado al enemigo! Cumplan los padres su deber para con
aquellos que dependen de ellos, y amolden su carácter según el
divino Modelo. Hagan los padres, con viva fe y con entera confianza
en Dios, la parte a ellos asignada, y Dios hará la suya, y miles de
niños que están ahora sin Dios y sin esperanza en el mundo serán
añadidos a la iglesia.
Preocupación por la conversión de la juventud
Cuando la conversión de la juventud sea la gran carga que pese
sobre el corazón de padres y maestros, se harán constantemente
esfuerzos para disciplinar el carácter y dirigir los gustos y deseos
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por la senda celestial. Toda alma puede ser cimentada sobre sólidas
virtudes. Cada alma puede alcanzar las alturas, profundidades y
anchuras del conocimiento de las cosas espirituales, y ser preparada
para la vida superior. Cuando los padres mismos den los primeros
pasos, haciendo que sus propios hábitos y costumbres en el comer,
el vestir, y el vivir sean tan sencillos y naturales como sea posible,
y busquen sólo la gloria de Dios, entonces habrá orden en el hogar,
y no se descuidará a los niños, sino que se dedicará tiempo a su
instrucción y desarrollo.
A los niños se les debería rodear de las mejores influencias y
compañías. Los padres que emprendan esta obra en el temor y el
amor de Dios vigilarán cada palabra, para que no necesiten oír nada
que les cause dolor cuando su propia conversación sea repetida
por los niños. Procurarán suplir la debilidad, la ignorancia y la
deficiencia de sus hijos con una alta instrucción moral, para que