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Consejos Sobre el Régimen Alimenticio
Era tan raro que un hijo muriera antes que su padre, que un hecho
tal era considerado digno de ser registrado: “Murió Harán antes que
su padre Taré”. Los patriarcas desde Adán hasta Noé, con pocas
excepciones, vivieron casi mil años. Desde entonces el promedio de
la vida ha estado decreciendo.
En el tiempo de la primera venida de Cristo, la raza humana
había degenerado tanto, que no solamente ancianos, sino también
personas de edad media y jóvenes eran llevados desde todas las
ciudades al Salvador, para ser sanados de sus enfermedades. Muchos
trabajaban bajo una increíble carga de miseria.
La violación de las leyes físicas, con su consecuente sufrimiento
y su muerte prematura, ha prevalecido por tanto tiempo, que estos
resultados se consideran como la suerte común de la humanidad;
pero Dios no creó a la raza en una condición tan débil. Este estado de
cosas no es obra de la Providencia, sino del hombre. Es el producto
de hábitos erróneos: es la consecuencia de violar las leyes que
Dios ha formulado para gobernar la existencia del hombre. Una
transgresión continua de las leyes naturales es una transgresión
continua de la ley de Dios. Si los hombres hubieran sido siempre
obedientes a la ley de los Diez Mandamientos, practicando en su vida
los principios de aquellos preceptos, la maldición de la enfermedad
que ahora inunda al mundo no existiría.
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el
cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios
en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.
1
Corintios 6:19, 20
. Cuando los hombres siguen una conducta que
consume innecesariamente su vitalidad o entenebrece su intelecto,
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pecan contra Dios; no lo glorifican en su cuerpo y en su espíritu, que
son de Dios.
Sin embargo, a pesar del insulto que el hombre ha inferido a Dios,
el amor divino todavía se extiende a la humanidad; y él permite que
brille la luz, habilitando a los hombres a ver que, a fin de vivir una
vida perfecta, deben obedecer las leyes naturales que gobiernan su
ser. ¡Cuán importante es, pues, que el hombre ande en esta luz,
ejercitando todas sus facultades, tanto las del cuerpo como las de la
mente, para la gloria de Dios!