Página 125 - Consejos Sobre el R

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Los hábitos de alimentación inconvenientes como causa de enfermedad
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Nos encontramos en un mundo que está opuesto a la justicia, o
sea a la pureza de carácter, y especialmente opuesto al crecimiento
en la gracia. Dondequiera que miremos, vemos contaminación y
corrupción, deformidad y pecado. ¡Cuán opuesto es todo esto a la
obra que debe realizarse en nosotros precisamente antes de recibir
el don de la inmortalidad! Los elegidos de Dios deben aparecer
puros en medio de las corrupciones que pululan entre ellos en estos
últimos días. Sus cuerpos deben ser hechos santos, sus espíritus
puros. Si esta obra ha de realizarse, debe ser abordada de inmediato,
con fervor y en forma inteligente. El Espíritu de Dios debe tener
perfecto dominio, para influir toda acción...
Los hombres han mancillado el templo del alma, y Dios les exige
que despierten y que luchen con toda su fuerza para reconquistar la
virilidad que Dios les concedió. Nada sino la gracia de Dios puede
convencer y convertir el corazón; solamente de él pueden los escla-
vos de la costumbre recibir poder para quebrantar las cadenas que
los atan. Es imposible que un hombre presente su cuerpo como sacri-
ficio vivo, santo, aceptable a Dios, mientras continúa complaciendo
hábitos que lo privan del vigor físico, mental y moral. De nuevo el
apóstol dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por
medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que com-
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probéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Romanos 12:2
.—
Christian Temperance and Bible Hygiene, 7-11
;
Counsels on Health, 19-23 (1890)
.
Ignorancia voluntaria de las leyes de la vida
195. La extraña ausencia de principios que caracteriza a esta
generación, y que se revela en su descuido de las leyes de la vida
y la salud, es pasmosa. Prevalece la ignorancia sobre este tema, en
tanto que la luz brilla a nuestro alrededor. La principal ansiedad de
la mayoría es: ¿Qué comeré? ¿qué beberé? ¿con qué me vestiré? A
pesar de todo lo que se ha dicho con respecto a cómo debemos tratar
nuestro cuerpo, el apetito es la gran ley que generalmente rige a los
hombres y las mujeres.
Las facultades morales están debilitadas, porque los seres hu-
manos no viven en obediencia a las leyes de la salud, ni hacen de
este gran tema un deber personal. Los padres legan a sus hijos sus