comer en exceso
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de enfermedad en el organismo de millares que se apresuran a una
ruina rápida y segura.—
Testimonies for the Church 4:96 (1876)
.
La glotonería como ofensa capital
217. Algunos no ejercen control sobre sus apetitos, sino que
complacen el gusto a expensas de la salud. Como resultado, el
cerebro se nubla, sus pensamientos son perezosos, y dejan de realizar
lo que podrían si fueran abstemios o se negaran a sí mismos. Estas
personas le niegan a Dios la fuerza física y mental que podrían
desarrollar para su servicio si observaran la temperancia en todas las
cosas.
Pablo era un reformador respecto de la salud. Dijo: “Sino que
golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo
sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
1 Co-
rintios 9:27
. Sentía que descansaba sobre él la responsabilidad de
preservar todas sus facultades en su fuerza, a fin de poder usarlas
para la gloria de Dios. Si Pablo se hallaba en peligro de intemperan-
cia, nosotros estamos en un peligro mayor, porque no sentimos ni
comprendemos como él la necesidad de glorificar a Dios en nuestro
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cuerpo y en nuestro espíritu, que son suyos. El comer en exceso es
el pecado de esta era.
La Palabra de Dios coloca el pecado de la glotonería en el mismo
catálogo que la ebriedad. Tan ofensivo era este pecado a la vista de
Dios que el Señor dio instrucciones a Moisés para que el niño que no
se refrenara en materia de apetito, sino que engullera cualquier cosa
que su gusto le exigiera, fuera llevado por sus padres delante de los
gobernantes de Israel para ser apedreado. La condición del glotón era
considerada como desesperada, pues él no era de ninguna utilidad
para los demás, y constituía una maldición para sí mismo. No se
podía depender de él para nada. Su influencia siempre contaminaría
a los demás, y el mundo sería mejor sin un individuo semejante; pues
sus terribles defectos serían perpetuados. Nadie que tenga un sentido
de su responsabilidad para con Dios permitirá que las propensiones
animales controlen su razón. Los que lo hacen no son cristianos,
no importa de quién se trate, y por exaltada que sea su profesión.
La orden de Cristo es: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro
Padre que está en los cielos es perfecto”.
Mateo 5:48
. Aquí él nos