dominio del apetito
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una mesa donde se provea alimento sano, patrocina los restaurantes
donde puede satisfacer su apetito sin restricción. Locuaz defensor
de la temperancia, desprecia sus principios fundamentales. Quiere
alivio, pero se niega a obtenerlo al precio de la abnegación. Este
hombre está adorando ante el altar del apetito pervertido. Es un
idólatra. Las facultades que, santificadas y ennoblecidas, podrían
ser empleadas para honrar a Dios, son debilitadas y hechas de poca
utilidad. Un genio irritable, una mente confusa y nervios desquicia-
dos, se cuentan entre los resultados de ese desprecio de las leyes
naturales. Este hombre no es digno de confianza ni eficiente.—
Joyas
de los Testimonios 2:55, 56
.
La victoria de Cristo en nuestro favor
237. En el desierto de la tentación Cristo hizo frente a las grandes
tentaciones fundamentales que habían de asaltar al hombre. Allí
se encontró solo con el enemigo sutil y astuto, y lo venció. La
primera gran tentación actuó sobre el apetito; la segunda, sobre la
presunción; la tercera, sobre el amor al mundo. Satanás ha vencido
a millones tentándolos a la complacencia del apetito. Por medio de
la gratificación del gusto, el sistema nervioso se excita y el poder
del cerebro se debilita, haciendo imposible pensar con calma y en
forma racional. La mente se desequilibra. Sus facultades más altas
y más nobles son pervertidas para servir a la lujuria animal, y los
intereses sagrados y eternos son desatendidos. Cuando se obtiene
este objetivo, Satanás puede venir con sus otras dos principales
tentaciones y hallar acceso libre. Sus múltiples tentaciones surgen de
estos tres grandes puntos principales.—
Testimonies for the Church
4:44 (1876)
.
[179]
238. De todas las lecciones que se desprenden de la primera
gran tentación de nuestro Señor, ninguna es más importante que
la relacionada con el dominio de los apetitos y pasiones. En todas
las edades, las tentaciones atrayentes para la naturaleza física han
sido las más eficaces para corromper y degradar a la humanidad.
Mediante la intemperancia, Satanás obra para destruir las facultades
mentales y morales que Dios dio al hombre como un don inaprecia-
ble. Así viene a ser imposible para los hombres apreciar las cosas