Página 155 - Consejos Sobre el R

Basic HTML Version

dominio del apetito
151
anda en tinieblas y no tiene luz? ¡Confíe en el nombre de Jehová, y
apóyese en su Dios!”
Isaías 50:10
.
“Viene el príncipe de este mundo—dice Jesús—; mas no tiene
nada de mí”.
Juan 14:30
, VM. No había en él nada que respondiera
a los sofismas de Satanás. El no consintió en pecar. Ni siquiera por
un pensamiento cedió a la tentación. Así también podemos hacer
nosotros. La humanidad de Cristo estaba unida con la divinidad. Fue
hecho idóneo para el conflicto mediante la permanencia del Espíritu
Santo en él. Y él vino para hacernos participantes de la naturaleza
divina. Mientras estemos unidos con él por la fe, el pecado no tendrá
dominio sobre nosotros. Dios extiende su mano para alcanzar la
mano de nuestra fe y dirigirla a asirse de la divinidad de Cristo, a fin
de que nuestro carácter pueda alcanzar la perfección.
239. Satanás viene al hombre como vino a Cristo, con su muy
poderosa tentación a complacer el apetito. Bien conoce su poder
[181]
para vencer al hombre en este punto. Venció a Adán y Eva en el
Edén en el terreno del apetito, y ellos perdieron su hogar bendito. Lo
que acumulara miseria y crimen ha llenado nuestro mundo después
de la caída de Adán. Ciudades enteras han sido borradas de la faz de
la tierra por los crímenes degradantes y la iniquidad odiosa que las
han convertido en una mancha en el universo. La complacencia del
apetito fue el fundamento de todos esos pecados.—
Testimonies for
the Church 3:561 (1875)
.
240. Cristo comenzó la obra de redención en el preciso lugar
donde comenzó la ruina. Su primera prueba tuvo que ver precisamen-
te con el punto en que Adán falló. Fue por medio de las tentaciones
dirigidas contra el apetito como Satanás había vencido a una gran
proporción de la raza humana, y su éxito le había hecho sentir que el
dominio de este planeta caído estaba en sus manos. Pero en Cristo él
encontró a alguien que era capaz de resistirlo, y abandonó el campo
de batalla como un enemigo vencido. Jesús dice: “No tiene nada en
mí”. Su victoria es una seguridad de que nosotros también podemos
salir victoriosos en nuestros conflictos con el enemigo. Pero no es
el propósito de nuestro Padre celestial salvarnos sin un esfuerzo
de nuestra parte para cooperar con Cristo. Debemos desempeñar
nuestra parte, y el poder divino, uniéndose con el esfuerzo humano,
producirá la victoria.—
Christian Temperance and Bible Hygiene,
16 (1890)
.