Página 177 - Consejos Sobre el R

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Número de comidas
173
[
Aliento desagradable y lengua saburrosa al despertarse—245
]
El plan de las dos comidas
272. En muchos casos, es mejor comer dos veces al día que
tres. La cena, a una hora temprana, interrumpe la digestión de la
comida anterior. A una hora tardía, no tiene tiempo para ser digerida
antes de la hora de acostarse. En esa forma, el estómago no tiene el
descanso debido, se perturba el sueño, el cerebro y los nervios se
cansan, se pierde el apetito por el desayuno, y todo el organismo no
[209]
recibe nuevo vigor, ni está preparado para desempeñar los deberes
del día.—
La Educación, 201 (1903)
.
[
Plan de dos comidas para los niños—343, 344
]
273. La costumbre de comer sólo dos veces al día es reconocida
generalmente como beneficiosa para la salud. Sin embargo, en algu-
nas circunstancias habrá personas que requieran una tercera comida
que debe ser ligera y de muy fácil digestión. Unas galletas o pan
tostado al horno con fruta o café de cereales, son lo más conveniente
para la cena.—
El Ministerio de Curación, 247 (1905)
.
274. La mayoría de la gente disfrutará de mejor salud, si sigue el
régimen de dos comidas por día en lugar de tres; otros, dentro de sus
circunstancias, pueden exigir comida a la hora de la cena; pero esta
comida debe ser muy liviana. Nadie debe ser criterio para todos, ni
pretender que cada uno obre como él.
No prive nunca al estómago de lo que su salud exige, y nunca
abuse de él ni imponga sobre él una carga que no debe llevar. Cultive
el dominio propio. Refrene el apetito, manteniéndolo bajo el control
de la razón. No considere necesario cargar su mesa con alimentos
malsanos cuando tiene visitas. Tenga en cuenta la salud de su familia,
la influencia que ejerce sobre sus hijos y los hábitos y gustos de sus
visitas.—
Christian Temperance and Bible Hygiene, 58
;
Counsels on
Health, 156 (1890)
.
275. Para algunos es una tentación irresistible el ver a otros
comer la tercera comida, y se imaginan que están hambrientos,
cuando en realidad no se trata de una sensación que invite a comer,
sino de un deseo de la mente que no ha sido fortificada con principios
[210]
firmes, y disciplinada en el sacrificio propio.—
Testimonies for the
Church 4:574 (1881)
.