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Consejos Sobre el Régimen Alimenticio
permite comer lo que quieren y cuando quieren, sin tener en cuenta
su salud. El trabajo y el dinero tantas veces malgastados en golosinas
perjudiciales para la salud inducen al joven a pensar que el supremo
objeto de la vida, y lo que reporta mayor felicidad, es poder satisfacer
los apetitos. El resultado de tal educación es que el niño se vuelve
glotón; después le sobrevienen las enfermedades, que son seguidas
generalmente por la administración de drogas venenosas.
Los padres deben educar los apetitos de sus hijos, y no permitir
que hagan uso de alimentos nocivos para la salud. Pero en el esfuerzo
por regular la alimentación, debemos cuidar de no cometer el error
de exigir a los niños que coman cosas desagradables, ni más de lo
necesario. Los niños tienen derechos y preferencias que, cuando son
razonables, deben respetarse.
Las madres que satisfacen los deseos de sus hijos a costa de la
salud y del genio alegre, siembran males que no dejarán de brotar y
llevar fruto. El empeño por satisfacer los apetitos se intensifica en
los niños a medida que crecen, y queda sacrificado el vigor mental
y físico. Las madres que obran así cosechan con amargura lo que
han sembrado. Ven a sus hijos criarse incapacitados en su mente y
carácter para desempeñar noble y provechoso papel en la sociedad o
en la familia. Las facultades espirituales, intelectuales y físicas se
menoscaban por la influencia del alimento malsano. La conciencia
se embota, y se debilita la disposición a recibir buenas impresiones.
Mientras se les enseña a los niños a dominar su apetito y a comer
teniendo en cuenta los intereses de la salud, hágaseles ver que sólo
se privan de lo que les sería perjudicial; que renuncian a ello por
algo mejor. Hágase la mesa amena y atractiva, al surtirla con las
cosas buenas que Dios ha dispensado con tanta generosidad. Sea la
hora de comer una hora de contento y alegría. Al gozar de los dones
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de Dios, correspondámosle con agradecida alabanza.—
El Ministerio
de Curación, 297-299 (1905)
.
347. Muchos padres, para evitar la tarea de educar pacientemente
a sus hijos en hábitos de abnegación, y enseñarles a usar correcta-
mente las bendiciones de Dios, les permiten comer y beber cuando
les agrada. El apetito y la satisfacción propia, a menos que sean
restringidos positivamente, crecen con el crecimiento y se fortale-
cen con la fuerza. Al iniciarse estos niños en la vida, y tomar su
lugar en la sociedad, carecen de poder para resistir la tentación. La