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Consejos Sobre el Régimen Alimenticio
que se le daba cada día era de una naturaleza tal que excitaba las
pasiones bajas y deprimía la parte moral e intelectual. Los padres
estaban formando el carácter de su hija. La estaban desarrollando
egoísta y carente de amor. No reprimían sus deseos ni controlaban
sus pasiones. ¿Qué se puede esperar de una criatura tal, si es que
llega a la edad adulta? Muchos no comprenden la relación que hay
entre la mente y el cuerpo. Si el organismo está trastornado por los
alimentos impropios, el cerebro y los nervios son afectados y las
pasiones se excitan con facilidad.
Una niña de unos diez años de edad estaba afectada de escalofríos
y fiebre, y no quería comer. La madre le rogaba: “Come un poco de
este bizcochuelo. Aquí tienes una linda presa de pollo. ¿No quieres
probar estas mermeladas?” Finalmente la niña comió lo equivalente
a lo que habría comido una persona sana. Los alimentos que se
le impuso con insistencia no convenían a un estómago sano, y de
ninguna manera debieran ingerirse estando enfermo. Más o menos
dos horas más tarde, la madre estaba refrescando la cabeza de la
niña preguntándose por qué la niña tenía una fiebre tan elevada.
Había añadido combustible al fuego y se sorprendía de que el fuego
ardiese. Si se hubiese permitido que la naturaleza siguiera su curso
en la niña, y su estómago tomase el descanso que tanto necesitaba,
sus sufrimientos habrían sido mucho menores. Estas madres no
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estaban preparadas para criar hijos. La mayor causa del sufrimiento
humano se debe a la ignorancia con respecto a cómo cuidar de
nuestro cuerpo.
Muchos se preguntan: ¿Qué comeré y cómo viviré, para disfrutar
del momento actual? Los deberes y los principios son puestos a
un lado en favor de los placeres. Si queremos tener salud debemos
vivir para obtenerla. Si queremos desarrollar un carácter cristiano
perfecto, debemos vivir para obtenerlo. En gran medida los padres
son responsables de la salud física y moral de sus hijos. Debieran
instruir a sus hijos e instarlos a que sigan las leyes de la salud para
su propio bien, y para ahorrarse la desgracia y el sufrimiento. ¡Cuán
extraño es que las madres permitan a sus niños que sufran la ruina de
su salud física, mental y moral! ¿Cómo se entiende tal ternura? Estas
madres inutilizan a sus hijos para que tengan felicidad en esta vida,
y hacen muy insegura la perspectiva para una vida futura.—
The
Health Reformer, diciembre de 1870
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