Página 387 - Consejos Sobre el R

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Las carnes (continuación de “las proteínas”)
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de manera que ya no tienen fuerza! ¡Cuántas personas fabrican
excusas e inventan necesidades que no existen, para sostenerse en
su conducta errónea, mientras ponen a un lado la luz y la pisotean!
Hablo con seguridad. La mayor objeción a la reforma pro salud es
que este pueblo no vive la reforma; y sin embargo dirá con seguridad
que no puede vivir la reforma pro salud y preservar su vigor.
En cada caso semejante encontramos una buena razón por la cual
ellos no pueden vivir la reforma pro salud. No la viven, y nunca la
han seguido estrictamente, y por lo tanto no pueden ser beneficiados
por ella. Algunos caen en el error de pensar que porque descartan
la carne no tienen necesidad de reemplazarla con las mejores frutas
y legumbres, preparadas en su estado más natural, libre de grasas y
especias. Si solamente arreglaran con habilidad las cosas abundantes
de las cuales el Creador nos ha rodeado, padres e hijos, empeñados en
forma conjunta y con clara conciencia en la tarea, disfrutarían de los
alimentos sencillos, y podrían entonces hablar con comprensión de
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la reforma pro salud. Los que no han sido convertidos a la reforma
pro salud y nunca la han adoptado, no pueden ser jueces de sus
beneficios. Los que se apartan ocasionalmente para gratificar su
gusto y comer un pavo engordado u otras carnes, pervierten su
apetito, y no son las personas indicadas para juzgar los beneficios
del sistema de la reforma pro salud. Están gobernados por el gusto,
y no por los principios.—
Testimonies for the Church 2:486, 487
(1870)
.
Llamados fervientes a practicar la reforma
711. Muchos padres actúan como si carecieran de raciocinio.
Se hallan en un estado de letargo, paralizados por la complacencia
del apetito pervertido y de la pasión degradante. Nuestros ministros,
que conocen la verdad, deben despertar al pueblo de su condición
paralizada, e inducir a nuestros hermanos a dejar las cosas que crean
apetito por la carne. Si descuidan la reforma, perderán poder espiri-
tual, y llegarán a estar cada vez más degradados por la complacencia
pecaminosa. En muchos hogares se practican hábitos que disgustan
al universo celestial, hábitos que degradan a los seres humanos y
los colocan en un nivel más bajo que las bestias. Digan todos los