Las carnes (continuación de “las proteínas”)
387
desperdiciado; porque estas cosas obstaculizan el mejor desarrollo
de las facultades físicas, mentales y espirituales.—
Carta 135, 1902
.
[
No se servía carne en el hogar de los White ni era usada por E.
G. de White.—
Apéndice 1:4, 5, 8, 10, 14, 15, 16, 17, 18, 21, 23
.
]
[
La carne eliminada de la mesa de E. G. de White.—
Apéndice
1:12, 13
.
]
Un resumen
719. Si pudiese beneficiarnos el satisfacer nuestro deseo de co-
mer carne, no os dirigiría esta súplica; pero sé que ello es imposible.
[483]
Los alimentos preparados a base de carne perjudican la salud física,
y debemos aprender a vivir sin ellos. Los que están en situación
de poder seguir un régimen vegetariano, pero prefieren seguir sus
propias inclinaciones en este asunto, comiendo y bebiendo como
quieren, irán descuidando gradualmente la instrucción que el Señor
ha dado tocante a otras fases de la verdad presente, perderán su
percepción de lo que es verdad y segarán con toda seguridad lo que
hayan sembrado.
Se me ha mostrado que no debe servirse a los alumnos de nues-
tros colegios carne ni otros productos reconocidos como dañinos
para la salud. Ninguna cosa que pudiera hacer apetecer estimulantes
debe ser colocada sobre la mesa. Al decirlo, me dirijo tanto a los
jóvenes como a los adultos y a los ancianos. Absteneos de las cosas
que puedan dañaros. Servid al Señor con sacrificio.
Los niños deben participar con inteligencia en esta obra. Todos
somos miembros de la familia del Señor; y él quiere que sus hijos
ancianos y jóvenes resuelvan sacrificar sus apetitos y economizar el
dinero necesario para construir capillas y sostener a los misioneros.
Estoy comisionada para decir a los padres: Colocaos entera-
mente, alma y espíritu, del lado del Señor en este asunto. Debemos
recordar en estos días de prueba que estamos en juicio delante del
Señor del universo. ¿No renunciaréis a las costumbres que os cau-
san daño? Las palabras valen poco; mostrad por vuestros actos de
abnegación que queréis obedecer a las órdenes que el Señor da a su
pueblo peculiar. Luego, colocad en la tesorería una parte del dinero
economizado por medio de vuestro renunciamiento, y habrá recursos
para proseguir la obra de Dios.