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Consejos Sobre el Régimen Alimenticio
Algunos piensan que no pueden vivir sin comer carne; pero si
quisieran ponerse de parte del Señor, decididos a andar resueltamente
en la senda en que él nos ha guiado, recibirían fuerza y sabiduría
como Daniel y sus compañeros. Dios les daría entendimiento sano.
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Muchos se sorprenderían al ver cuánto podrían economizar para
la causa de Dios mediante actos de renunciamiento. Las sumitas
ahorradas por actos de sacrificio contribuirán más para edificar la
causa de Dios que las donaciones cuantiosas que no son el fruto de
la abnegación.
Los adventistas del séptimo día transmiten verdades trascen-
dentales. Hace más de cuarenta años que el Señor nos dio luces
especiales sobre la reforma pro salud; pero, ¿cómo seguimos en esa
luz? ¡Cuántos hay que han rehusado poner su vida en armonía con
los consejos de Dios! Como pueblo, debiéramos realizar progre-
sos proporcionales a la luz que hemos recibido. Es deber nuestro
comprender y respetar los principios de la reforma pro salud. En el
asunto de la temperancia, deberíamos dejar muy atrás a todos los
demás; sin embargo, hay en nuestras iglesias miembros a quienes las
instrucciones no han faltado, y hasta predicadores, que demuestran
poco respeto por la luz que Dios nos ha dado tocante a este asunto.
Comen según sus gustos y trabajan como mejor les parece...
No prescribimos un régimen definido, pero decimos que en los
países donde abundan las frutas, los cereales y las nueces, la carne no
es el alimento adecuado para el pueblo de Dios. Se me ha indicado
que la carne propende a animalizar la naturaleza, a despojar a los
hombres y mujeres del amor y la simpatía que debieran sentir por
cada cual, y hace predominar las pasiones bajas sobre las facultades
más elevadas del ser. Si el comer carne fue alguna vez saludable, no
lo es ahora. Los cánceres y tumores y las enfermedades pulmonares
se deben mayormente a la costumbre de comer carne.
No hacemos del consumo de la carne una condición para la
admisión de los miembros; pero debiéramos considerar la influencia
que ejercen sobre otros los creyentes profesos que usan carne. Como
mensajeros de Dios, ¿no diremos al pueblo: “Si, pues, coméis o
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bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”?
1 Corintios 10:31
. ¿No daremos un testimonio decidido contra la
complacencia del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que
son ministros del Evangelio y que proclaman la verdad más solemne