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Consejos Sobre el Régimen Alimenticio
Esto es todo lo que yo puedo recordar sobre el tema. He estado
recibiendo luz adicional para que la consideremos. La creación ani-
mal está enferma, y es difícil determinar la cantidad de enfermedad
que hay en la familia humana que viene como resultado de comer
carne. Leemos constantemente en los periódicos acerca de la ins-
pección de la carne. Continuamente se decomisa toda la carne de
algunas carnicerías, y el producto que se vendía es condenado como
inadecuado para su uso.
Por muchos años he recibido luz según la cual el comer carne
no es bueno para la salud ni para la moral. Y sin embargo, parece
tan extraño que tenga que hacer frente a este asunto de comer carne
una y otra vez. He tenido una conversación muy directa y decidida
con los médicos del Instituto de Salud. Ellos habían considerado
el asunto, y el Hno. y la Hna. _____ fueron puestos en aprieto. Se
prescribía carne para los pacientes... En sábado, mientras asistía al
congreso de la Unión de Australia, realizado en Stanmore, me sentí
urgida por el Espíritu del Señor, a abordar el caso del Instituto de
Salud de Summer Hill, que queda a pocas estaciones de distancia de
Stanmore.
Presenté las ventajas que deben obtenerse en el sanatorio. Mostré
que la carne nunca debiera colocarse en la mesa como un artículo de
consumo, y que la vida y la salud de millares de personas estaban
siendo sacrificadas en los altares donde se ofrecía carne para el con-
sumo. Nunca presenté un llamado más fervoroso y decidido. Dije:
estamos agradecidos de que tenemos una institución aquí donde la
carne de animales muertos no se prescribe para los pacientes. Dígase
que ni un solo bocado de carne se ha colocado sobre la mesa, ora sea
para los médicos, los administradores, los ayudantes o los pacientes.
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Dije: Tenemos confianza en nuestros médicos en el sentido de que
este asunto será tratado desde el punto de vista de la salud, porque
los cadáveres deben siempre considerarse como no adecuados para
componer el régimen de alimentación de los cristianos.
No atenué el asunto ni en una sola partícula. Dije que si los que
estaban en nuestros institutos de salud ponían carne de animales
muertos sobre la mesa, merecerían el desagrado de Dios. Mancilla-
rían el templo de Dios, y necesitarían las palabras que les fueron
dichas: Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios lo destruirá
a él. La luz que Dios me ha dado es que la maldición de Dios es-