El té y el café
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la raza humana. Cada año se toman millones de litros de bebidas
alcohólicas y millones de pesos se invierten en tabaco. Y los esclavos
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del apetito, en tanto que gastan constantemente lo que ganan en la
complacencia sensual, despojan a sus hijos de alimento, vestido y
de las ventajas de la educación. La sociedad nunca podrá estar en su
debido estado mientras predominen estos males.
Crea excitación nerviosa, y no fuerza
737. Ud. es sumamente nervioso y excitable. El té ejerce una
influencia excitante de los nervios, y el café oscurece el cerebro; los
dos son muy perjudiciales. Debe Ud. ser cuidadoso con su régimen.
Consuma los alimentos más saludables y nutritivos, y consérvese en
un estado de calma mental, donde no se excite y se arrebate lleno de
pasión.—
Testimonies for the Church 4:365 (1879)
.
738. El té estimula y hasta cierto punto embriaga. Parecida resul-
ta también la acción del café y de muchas otras bebidas populares.
El primer efecto es agradable. Se excitan los nervios del estómago,
y esta excitación se transmite al cerebro, que, a su vez acelera la ac-
tividad del corazón, y da al organismo entero cierta energía pasajera.
No se hace caso del cansancio; la fuerza parece haber aumentado.
La inteligencia se despierta y la imaginación se aviva.
En consecuencia, muchos se figuran que el té o el café les hace
mucho bien. Pero es un error. El té y el café no nutren el organismo.
Su efecto se produce antes de la digestión y la asimilación, y lo
que parece ser fuerza, no es más que excitación nerviosa. Pasada la
acción del estimulante, la fuerza artificial declina y deja en su lugar
un estado correspondiente de languidez y debilidad.
El consumo continuo de estos excitantes de los nervios provoca
dolor de cabeza, insomnio, palpitaciones del corazón, indigestión,
temblores y otros muchos males; porque esos excitantes consumen
las fuerzas vitales. Los nervios cansados necesitan reposo y tranqui-
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lidad en vez de estímulo y recargo de trabajo. La naturaleza necesita
tiempo para recuperar las agotadas energías. Cuando sus fuerzas son
aguijoneadas por el uso de estimulantes uno puede realizar mayor
tarea; pero cuando el organismo queda debilitado por aquel uso
constante se hace más difícil despertar las energías hasta el punto
deseado. Es cada vez más difícil dominar la demanda de estimulan-