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Consejos Sobre el Régimen Alimenticio
por sí no los habrían hecho lo que fueron. Llegó el tiempo en que
debían actuar por sí mismos: cuando su futuro dependía de su propia
conducta. Entonces decidieron ser leales a las lecciones que les
fueron enseñadas en la niñez. El temor de Dios, que es el principio
de la sabiduría, fue el fundamento de su grandeza. El Espíritu de
Dios fortaleció todo verdadero propósito, toda noble resolución.—
Christian Temperance and Bible Hygiene, 25-28 (1890)
.
34. Los jóvenes [
Daniel, Ananías, Misael y Azarías
] que asistían
a esta escuela de preparación no solamente debían ser admitidos en
el palacio real sino que también se dispuso que comieran de la carne
y bebieran del vino que venían de la mesa del rey. En todo esto el
rey consideraba que estaba no sólo concediéndoles un gran honor,
sino además asegurándoles el mejor desarrollo físico y mental que
pudieran lograr.
Entre las viandas que se colocaban ante el rey había carne de
cerdo y otras carnes declaradas inmundas por la ley de Moisés. Se
había prohibido expresamente que los hebreos las comieran. Aquí
Daniel fue puesto en una prueba severa. ¿Debía adherirse a las
enseñanzas de sus padres sobre alimentos y bebidas, y ofender al
rey, probablemente perdiendo no sólo su posición sino también su
vida, o debía desobedecer el mandato del Señor y retener el favor
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real, obteniendo de esta suerte grandes ventajas intelectuales y las
más halagüeñas perspectivas mundanas?
Daniel no dudó por mucho tiempo. Decidió mantenerse firme en
su integridad, fueran cualesquiera los resultados. “Y Daniel propuso
en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey,
ni con el vino que él bebía”.
Daniel 1:8
.
Hay muchos, entre los profesos cristianos modernos, que podrían
concluir que Daniel fue demasiado escrupuloso, y que podrían con-
siderarlo estrecho y fanático. Creen que el asunto de comer y beber
tiene demasiado poca consecuencia para exigir una posición tan
decidida: una posición que comporta el probable sacrificio de toda
ventaja terrena. Pero los que razonan de esta suerte hallarán, en el día
del juicio, que ellos se han desviado de los expresos requerimientos
de Dios, y han establecido su propia opinión como norma de lo que
es correcto o incorrecto. Encontrarán que lo que les parecía sin im-
portancia no es considerado así por Dios. Sus requerimientos deben
ser obedecidos en forma inflexible. Los que aceptan y obedecen