Razones de la reforma
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Todos son probados
38. Es de gran importancia que hagamos individualmente nuestra
parte y tengamos una comprensión inteligente de lo que debemos
comer y beber, y cómo debemos vivir para preservar la salud. Todos
están siendo probados para ver si aceptan los principios de la reforma
pro salud o siguen una conducta de complacencia propia.
Nadie piense que puede actuar como le agrade con relación al
régimen alimenticio. Antes bien, a todos los que se sientan a la mesa
con vosotros, debe resultarles evidente que seguís los principios en
materia de alimentación, así como en todos los demás asuntos, a fin
de que la gloria de Dios sea revelada. No podéis permitiros actuar
de otra suerte, porque tenéis un carácter que formar para la vida
futura inmortal. Grandes responsabilidades descansan sobre toda al-
ma humana. Comprendamos estas responsabilidades, y llevémoslas
noblemente en el nombre del Señor.
A cada uno de los que son tentados a complacer el apetito quiero
decirle: No ceda a la tentación, mas limítese al uso de alimentos
sanos. Ud. puede educarse para gozar de un régimen saludable. El
Señor ayuda a los que tratan de ayudarse a sí mismos, pero cuando
los hombres no ponen especial empeño en obrar según la mente y la
voluntad de Dios, ¿cómo puede él obrar por medio de ellos? Haga-
mos nuestra parte, obrando nuestra salvación con temor y temblor,
no sea que cometamos errores en la forma de tratar nuestro cuerpo,
el cual estamos, delante de Dios, en la obligación de conservar en la
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condición más saludable posible.—
The Review and Herald, 10 de
febrero de 1910
.
La verdadera reforma es la reforma del corazón
39. Los que quieren trabajar en el servicio de Dios no deben estar
buscando gratificación mundana e indulgencia egoísta. Los médicos
de nuestras instituciones deben estar imbuidos de los principios vivos
de la reforma pro salud. Los hombres no serán nunca temperantes
hasta que la gracia de Cristo sea un principio viviente en el corazón.
Todas las promesas del mundo no lo harán a Ud. y a su esposa
reformadores en materia de salud. Ninguna mera restricción de su
régimen alimenticio lo curará de su apetito enfermo. El Hno. y la