Página 67 - Consejos Sobre el R

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régimen alimenticio y la espiritualidad
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apetito. Su utilidad sería mucho mayor si dominasen sus apetitos y
pasiones; y sus facultades mentales y morales serían más vigorosas
si ellos combinasen el trabajo físico con las actividades mentales.
Combinando los hábitos de estricta temperancia con el trabajo men-
tal y físico, lograrían hacer mucho más trabajo, y conservarían la
claridad de la mente. Si siguiesen esta conducta, sus pensamientos
y palabras fluirían más libremente, sus ejercicios religiosos serían
más enérgicos y las impresiones hechas en sus oyentes serían más
notables.
La intemperancia en el comer, aunque se trate de alimentos de la
debida calidad, tendrá una influencia agotadora sobre el organismo
y embotará las emociones más sensibles y santas.
74. Algunas personas traen al campamento [en los congresos]
alimentos que son completamente inadecuados para tales ocasiones,
tortas y pasteles concentrados, y una variedad de platos que trastorna
la digestión de un hombre sano de trabajo. Por supuesto, lo mejor
que pueda conseguirse no se considera demasiado bueno para el
ministro. La gente manda estas cosas a la mesa de éste, y lo invita
a sus propias mesas. De esta manera los ministros son tentados a
comer demasiado, y alimentos que son perjudiciales. No solamen-
te se disminuye su eficiencia en el congreso, sino que muchos se
convierten en dispépticos.
El ministro debe declinar esta bien intencionada pero impru-
dente hospitalidad, aun a riesgo de una aparente falta de cortesía.
Y el pueblo debe tener un grado suficiente de verdadera bondad
como para no obligarlo a una alternativa semejante. Los hermanos
yerran cuando tientan al pastor con alimentos malsanos. De esta
manera se han perdido talentos preciosos para la causa de Dios; y
muchos, aunque viven, se ven privados de la mitad del vigor y la
fuerza de sus facultades. Los ministros, por encima de todos los
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demás, deben ahorrar la fuerza del cerebro y de los nervios. Deben
evitar todo alimento o bebida que tenga la tendencia a irritar o exci-
tar los nervios. La excitación es seguida de depresión; la excesiva
complacencia entenebrecerá la mente, y hará que los pensamientos
sean difíciles y confusos. Nadie puede ser un obrero de éxito en
las cosas espirituales hasta que observe una estricta temperancia en
sus hábitos dietéticos. Dios no puede permitir que su Santo Espíritu
descanse sobre los que, aunque saben cómo deben comer para dis-