Página 392 - El Conflicto de los Siglos (2007)

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El Conflicto de los Siglos
callan; están esperando poderse unir a las huestes angelicales, al
coro del cielo [...]. No hay conflicto de sentimientos; todos son de
un corazón y de una mente”.
Bliss, 270, 271
.
Otra persona que tomó parte en el movimiento testifica lo si-
guiente: “Produjo en todas partes el más profundo escudriñamiento
del corazón y humillación del alma ante el Dios del alto cielo [...].
Ocasionó un gran desapego de las cosas de este mundo, hizo cesar
las controversias y animosidades, e impulsó a confesar los malos
procederes y a humillarse ante Dios y a dirigirle súplicas sinceras y
ardientes para obtener perdón. Causó humillación personal y postra-
ción del alma cual nunca las habíamos presenciado hasta entonces.
Como el Señor lo dispusiera por boca del profeta Joel, para cuando
el día del Señor estuviese cerca, produjo un desgarramiento de los
corazones y no de las vestiduras y la conversión al Señor con ayuno,
lágrimas y lamentos. Como Dios lo dijera por conducto de Zacarías,
un espíritu de gracia y oración fue derramado sobre sus hijos; mira-
ron a Aquel a quien habían traspasado, había gran pesar en la tierra,
[...] y los que estaban esperando al Señor afligían sus almas ante él”
(Bliss,
Advent Shield and Review
, enero de 1845, tomo 1, p. 271).
Entre todos los grandes movimientos religiosos habidos desde
los días de los apóstoles, ninguno resultó más libre de imperfec-
ciones humanas y engaños de Satanás que el del otoño de 1844.
Ahora mismo, después del transcurso de muchos años, todos los que
tomaron parte en aquel movimiento y han permanecido firmes en
la verdad, sienten aún la santa influencia de tan bendita obra y dan
testimonio de que ella era de Dios
Al clamar: “¡He aquí que viene el Esposo! ¡salid a recibirle!” los
que esperaban “se levantaron y aderezaron sus lámparas”; estudiaron
la Palabra de Dios con una intensidad e interés antes desconocidos.
Fueron enviados ángeles del cielo para despertar a los que se ha-
bían desanimado, y para prepararlos a recibir el mensaje. La obra
no descansaba en la sabiduría y los conocimientos humanos, sino
en el poder de Dios. No fueron los de mayor talento, sino los más
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humildes y piadosos, los que oyeron y obedecieron primero al llama-
miento. Los campesinos abandonaban sus cosechas en los campos,
los artesanos dejaban sus herramientas y con lágrimas y gozo iban
Esto se escribía hacia 1885.