218
El Conflicto de los Siglos
un rompimiento manifiesto. Al principio del reinado del monarca
(1520) las ciudades de Castilla se vieron impulsadas a sublevarse
para conservar sus antiguas libertades. Sólo a duras penas logró
sofocarse la insurrección (1521).”—
The New International Encyclo-
pædia,
ed. de 1904, art. “Carlos Quinto.” La política de este soberano
consistía, como había consistido la de su abuelo Fernando, en opo-
nerse al espíritu de toda una época, considerando tanto las almas
como los cuerpos de las muchedumbres como propiedad personal
de un individuo. (Motley, Introducción, X.) Como lo ha dicho un
historiador: “El soberbio imperio de Carlos Quinto levantóse sobre
la tumba de la libertad.”—
Id.,
Prefacio.
A pesar de tan extraordinarios esfuerzos para despojar a los
hombres de sus libertades civiles y religiosas, y hasta de la del
pensamiento, “el ardor del entusiasmo religioso, unido al instinto
profundo de la libertad civil” (
Id.,
XI), indujo a muchos hombres
y mujeres piadosos a aferrarse tenazmente a las enseñanzas de la
Biblia y a sostener el derecho que tenían de adorar a Dios según los
dictados de su conciencia. De aquí que por España se propagase un
movimiento análogo al de la revolución religiosa que se desarrollaba
en otros países. Al paso que los descubrimientos que se realizaban en
un mundo nuevo prometían al soldado y al mercader territorios sin
[255]
límites y riquezas fabulosas, muchos miembros de entre las familias
más nobles fijaron resueltamente sus miradas en las conquistas más
vastas y riquezas más duraderas del Evangelio. Las
enseñanzas de
las Sagradas Escrituras
estaban abriéndose paso silenciosamente
en los corazones de hombres como el erudito Alfonso de Valdés,
secretario de Carlos Quinto; su hermano, Juan de Valdés, secretario
del virrey de Nápoles; y el elocuente Constantino Ponce de la Fuente,
capellán y confesor de Carlos Quinto, de quien Felipe II dijo que
era “muy gran filósofo y profundo teólogo y de los más señalados
hombres en el púlpito y elocuencia que ha habido de tiempos acá.”
Más allá aún fué la influencia de las Sagradas Escrituras al penetrar
en el rico monasterio de San Isidro del Campo, donde casi todos los
monjes recibieron gozosos la Palabra de Dios cual antorcha para sus
pies y luz sobre su camino. Hasta el arzobispo Carranza, después de
J. Cristóbal Calvete de Estrella,
El felicísimo viaje del príncipe D. Felipe ... desde
España a sus tierras de la Baja Alemania,
obra citada por M’Crie, en
The Reformation in
Spain,
cap.7, párr. 19 (ed. de 1856, Edimburgo).