Página 223 - El Conflicto de los Siglos (1954)

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El despertar de España
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haber sido elevado a la primacía, se vió obligado durante cerca de
veinte años a batallar en defensa de su vida entre los muros de la
Inquisición, porque abogaba por las doctrinas de la Biblia.
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Ya en 1519 empezaron a aparecer, en forma de pequeños folle-
tos en latín, los escritos de los reformadores de otros países, a los
que siguieron, meses después, obras de mayor aliento, escritas casi
todas en castellano. En ellas se ponderaba la Biblia como piedra de
toque que debía servir para probar cualquier doctrina, se exponía
sabiamente la necesidad que había de. reformas, y se explicaban con
claridad las grandes verdades relativas a la justificación por la fe y a
la libertad mediante el Evangelio.
“La primera, la más noble, la más sublime de todas las obras—
enseñaban los reformadores—es la fe en Jesucristo. De esta obra
deben proceder todas las obras.” “Un cristiano que tiene fe en Dios
lo hace todo con libertad y con gozo; mientras que el hombre que no
está con Dios vive lleno de cuidados y sujeto siempre a servidumbre.
Este se pregunta a sí mismo con angustia, cuántas obras buenas
tendrá que hacer; corre acá y acullá; pregunta a éste y a aquél; no
encuentra la paz en parte alguna, y todo lo ejecuta con disgusto y con
temor.” “La fe viene únicamente de Jesucristo, y nos es prometida y
dada gratuitamente. ¡Oh hombre! represéntate a Cristo, y considera
cómo Dios te muestra en él su misericordia, sin ningún mérito de tu
parte. Saca de esta imagen de su gracia la fe y la certidumbre de que
todos tus pecados te están perdonados: esto no lo pueden producir
Por mandato de Felipe II, el arzobispo Carranza pasó “muchos años leyendo libros
heréticos,” con el objeto de refutarlos. A esta influencia atribuyen los historiadores el
que, de implacable enemigo del protestantismo, se convirtiera en secreto sostenedor
de él. Acusado de herejía fué encarcelado por la Inquisición en España; roas, como
primado, hizo “recusación de todos los arzobispos y obispos de” España “para sus jueces.”
Como apelara al papa, fué transferido a Roma, donde, después de haber sido encarcelado
durante muchos años, se le sentenció finalmente a un nuevo término de encarcelamiento
en un convento de los dominicos, por haber “bebido prava doctrina de muchos herejes
condenados, como de Martín Lutero, Juan Ecolampadio, Felipe Melanchton y otros.” (De
Castro y Rossi,
Historia de los protestantes españoles y de su persecución por Felipe
II,
págs. 223, 231.) Véase una relación detallada de las enseñanzas y del largo juicio
de Carranza, en la obra de C. A. Wilkens titulada
Spanish Protestants in the Sixteenth
Century,
cap. 15.