Rechácese la contaminación del tabaco
El tabaco, no importa cómo se use, es nocivo para el organismo.
Es un veneno lento. Afecta el cerebro y entorpece el discernimien-
to, de modo que la mente no pueda percibir las cosas espirituales,
especialmente las verdades que pudieran ejercer un efecto correc-
tivo sobre este vicio inmundo. Los que usan tabaco en cualquier
forma, no están libres ante los ojos de Dios. A los que practican este
hábito sucio, les resulta imposible glorificar a Dios en sus cuerpos
y espíritus, los cuales son de Dios. El Señor no los puede aprobar
mientras usan esos venenos lentos, pero certeros, que arruinan la
salud y menoscaban las facultades de la mente. Dios es misericor-
dioso con los que practican este pernicioso hábito ignorantes del
mal que les causa, pero cuando el asunto se les presenta en su verda-
dera luz, si continúan practicando su degradante vicio, entonces son
considerados culpables delante del Señor.
Dios exigía que los hijos de Israel practicaran hábitos de es-
tricta limpieza. En caso de la menor impureza debían quedar fuera
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del campamento hasta la tarde, y sólo podían regresar después de
lavarse. En ese vasto ejército no había nadie que usara tabaco. Si
hubiera habido, habría sido obligado a escoger entre renunciar a la
maldita hierba o abandonar el campamento. Y después de lavarse
bien la boca, hasta librarse del último vestigio de tabaco, se le habría
permitido de nuevo mezclarse con el pueblo de Israel
La contaminación del tabaco, una ofensa para Dios
A los sacerdotes que administraban las cosas sagradas, para que
no profanaran el santuario, se les ordenaba lavarse los pies y las
manos antes de entrar en el tabernáculo, a la presencia de Dios,
para intervenir por Israel. Si los sacerdotes hubieran entrado en el
santuario con sus bocas contaminadas con tabaco, sin lugar a dudas
habrían corrido la misma suerte de Nadab y Abiú. Y a pesar de eso,
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Spiritual Gifts 4:126-128 (1864)
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