Los efectos malignos del té y el café
El consumo de té y café perjudica también el organismo. Has-
ta cierto punto, el té intoxica. Penetra en la circulación y reduce
gradualmente la energía del cuerpo y de la mente. Estimula, excita,
aviva y apresura el movimiento de la maquinaria viviente, imponién-
dole una actividad antinatural, y da al que lo bebe la impresión de
que le ha hecho un gran servicio infundiéndole fuerza. Esto es un
error. El té substrae energía nerviosa y debilita muchísimo. Cuando
desapareció su influencia y cesa la actividad estimulada por su uso,
¿cuál es el resultado? Una languidez y debilidad que corresponden a
la vivacidad artificial que impartiera el té.
Cuando el organismo está ya recargado y necesita reposo, el
consumo de té acicatea la naturaleza, la estimula a cumplir una
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acción antinatural y por lo tanto disminuye su poder para hacer su
trabajo y su capacidad de resistencia; y las facultades se agotan antes
de lo que el Cielo quería. El té es venenoso para el organismo. Los
cristianos deben abandonarlo
La influencia del café es hasta cierto punto la misma que la del
té, pero su efecto sobre el organismo es aún peor. Es excitante, y en
la medida en que lo eleve a uno por encima de lo normal, lo dejará
finalmente agotado y postrado por debajo de lo normal. A los que
beben té y café, los denuncia su rostro. Su piel pierde el color y
parece sin vida. No se advierte en el rostro el resplandor de la salud.
El té y el café carecen de valores nutritivos
El té y el café no nutren el organismo. Alivian repentinamente,
antes que el estómago haya tenido tiempo de digerirlos. Esto de-
muestra que aquello que los consumidores de estos estimulantes
llaman fuerza proviene de la excitación de los nervios del estómago,
que transmite la irritación al cerebro, y éste a su vez es impelido a
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Testimonios para la Iglesia 2:59-60 (1868)
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