Página 116 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Vestir saludablemente
En todos respectos debemos vestir conforme a la higiene. “Sobre
todas las cosas”, Dios quiere que tengamos salud tanto del cuerpo
como del alma. Debemos colaborar con Dios para asegurar esa salud.
En ambos sentidos nos beneficia la ropa saludable...
El enemigo de todo lo bueno fue quien instigó el invento de mo-
das veleidosas. No desea otra cosa que causar perjuicio y deshonra a
Dios al labrar la ruina y la miseria de los seres humanos. Uno de los
medios más eficaces para lograr esto lo constituyen los ardides de la
moda, que debilitan el cuerpo y la mente y empequeñecen el alma.
Las mujeres están sujetas a graves enfermedades, y sus dolencias
empeoran en gran manera por el modo de vestirse. En vez de con-
servar su salud para las contingencias que seguramente han de venir,
sacrifican demasiado a menudo con sus malos hábitos no sólo la
salud, sino la vida y dejan a sus hijos una herencia de infortunio, en
una constitución arruinada, hábitos pervertidos y falsas ideas acerca
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de la vida
Uno de los disparates más dispendiosos y perjudiciales de la
moda es la falda que barre el suelo, por lo sucia, incómoda, incon-
veniente y malsana. Todo esto y más aún se puede decir de la falda
rastrera. Es costosa, no sólo por el género superfluo que entra en su
confección, sino porque se desgasta innecesariamente por ser tan
larga. Cualquiera que haya visto a una mujer así ataviada, con las
manos llenas de paquetes, intentando subir o bajar escaleras, trepar
a un tranvía, abrirse paso por entre la muchedumbre, andar por suelo
encharcado, o por un camino cenagoso, no necesita más pruebas
para convencerse de la incomodidad de la falda larga.
Otro grave mal es que las caderas sostengan el peso de la falda.
Este gran peso, al oprimir los órganos internos, los arrastra hacia
abajo, por lo que causa debilidad del estómago y una sensación de
cansancio, que crea en la víctima una propensión a encorvarse, que
oprime aún más los pulmones y dificulta la respiración.
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El Ministerio de Curación, 220-225 (1905)
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