Página 122 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Consejos Sobre la Salud
de buena salud, y poseer así una de las bendiciones más ricas que
podrían disfrutar.
Se me ha mostrado que muchos que aparentemente son débiles, y
siempre quejosos, no están tan mal como ellos se imaginan. Algunos
de éstos tienen una voluntad fuerte, que ejercida correctamente,
sería un potente medio para controlar la imaginación, y así resistir la
enfermedad. Pero con demasiada frecuencia la voluntad se ejercita
de un modo equivocado y obstinadamente se niega a entrar en razón.
Esta voluntad ha decidido el asunto; son inválidos, y quieren recibir
la atención que se presta a los inválidos, sin considerar la opinión de
los demás.
Se me ha mostrado a madres que son gobernadas por una imagi-
nación enferma, cuya influencia sienten el esposo y los hijos. Deben
mantener las ventanas cerradas porque a la madre le molesta el aire.
Si ella siente frío, y se abriga, piensa que sus niños deben ser tratados
de igual modo, y así roba el vigor físico a toda la familia. Todos
quedan afectados por una mente, perjudicados física y mentalmente
por la imaginación enferma de una mujer, que se considera a sí
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misma la norma para toda la familia. El cuerpo se viste de acuerdo
con los caprichos de una imaginación enferma y se lo sofoca bajo
una cantidad de abrigo que debilita el organismo. La piel no puede
cumplir su función; el hábito de evitar el aire y el ejercicio, cierra
los poros, los pequeños orificios por los cuales el cuerpo respira, e
imposibilita la expulsión de las impurezas a través de ese canal. El
peso de esta labor recae sobre el hígado, los pulmones, los riñones,
etc., y esos órganos internos se ven obligados a hacer el trabajo de
la piel.
Así las personas se acarrean enfermedades por causa de sus
hábitos equivocados; a pesar de la luz y el conocimiento, insisten en
su proceder. Razonan del siguiente modo: “¿No hemos probado? Y
¿no entendemos por experiencia el asunto?” Pero la experiencia de
una persona cuya imaginación está errada, no debiera tener mucho
valor para nadie.
La estación que más debiera temer el que se allega a estos invá-
lidos es el invierno. Es por cierto invierno, no sólo afuera, sino en
el interior, para los que se ven obligados a vivir en la misma casa y
dormir en la misma habitación. Estas víctimas de una imaginación
enfermiza se encierran en el interior y cierran las ventanas, porque