El control de la imaginación
En la creación el Señor concibió que el hombre fuera activo
y útil. No obstante, muchos viven en este mundo como máquinas
inútiles, como si apenas existieran. No iluminan el camino de nadie,
no son una bendición para nadie. Viven sólo para ser una carga
para los demás. En cuanto a su influencia en favor del bien, son
nulos; pero tienen peso en favor del mal. Observen de cerca la vida
de esas personas, y apenas encontrarán algún acto de benevolencia
desinteresada. Cuando mueren, su recuerdo muere con ellos. Su
nombre pronto perece, por cuanto no pueden vivir, ni aun en el
afecto de sus amigos, por medio de una sincera bondad y actos
virtuosos. Para esas personas la vida ha sido un error. No han sido
mayordomos fieles. Olvidaron que su Creador tiene derechos sobre
ellos y que desea que sean activos en hacer el bien y en bendecir
a otros con su influencia. Los intereses egoístas atraen la mente y
llevan a olvidarse de Dios y del propósito de su Creador.
Todos los que profesan ser seguidores de Jesús debieran consi-
derar que tienen el deber de preservar su cuerpo en el mejor estado
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de salud, para que su mente pueda estar clara para comprender las
cosas celestiales. Es necesario controlar la mente porque tiene una
influencia muy poderosa sobre la salud. La imaginación con frecuen-
cia engaña, y cuando se la complace, acarrea serias enfermedades.
Muchos mueren de enfermedades mayormente imaginarias. Conocí
a varios que se han acarreado enfermedades reales por la influencia
de la imaginación..
Algunos temen tanto al aire que envuelven su cabeza y cuerpo de
modo que llegan a parecer momias. Permanecen sentados en la casa,
generalmente inactivos, temiendo agotarse y enfermarse si hacen
ejercicio, ya sea en el interior o al aire libre. Podrían hacer ejercicio
al aire libre en los días agradables, si sólo pensaran así. La continua
inactividad es una de las mayores causas de debilidad del cuerpo
y de la mente. Muchos de los que están enfermos, debieran gozar
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Testimonios para la Iglesia 2:463-465 (1870)
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