Moderación en el trabajo
Hay muchos que para ganar más dinero arreglan sus negocios
de tal manera que mantienen constantemente ocupados a los que
trabajan al aire libre y a los miembros de su familia en sus propios
hogares. Sobrecargan los huesos, los músculos y el cerebro hasta
el extremo; se mantienen archiocupados, con el pretexto de que
tienen que realizar todo lo que pueden, porque si no lo hacen algo
se perderá y eso significa un despilfarro. Creen que todo se debe
ahorrar, sin importarles los resultados.
¿Qué habrán ganado estas personas? Tal vez puedan mantener su
capital, o logren aumentarlo. Pero, si consideramos el asunto desde
otro punto de vista, ¿qué han perdido con esto? El capital de la salud,
que es de un valor incalculable tanto para el rico como para el pobre,
se ha ido perdiendo imperceptiblemente. A menudo las madres y los
hijos toman prestado de los fondos de la salud, pensando que ese
capital no se agotará jamás; pero para sorpresa suya se dan cuenta de
que el vigor de su vida ha disminuido con el correr del tiempo, hasta
agotarse. A esas personas no les queda reserva alguna para un caso
de emergencia. La dulzura y la felicidad de la vida se ven amargadas
por los dolores insoportables y las noches de insomnio. Desaparecen
la fortaleza física y el vigor mental. El marido y padre que, por amor
a las ganancias, hizo un arreglo insensato de sus negocios, aunque
fuera con el consentimiento de la esposa, corre el riesgo de tener
que sepultar a la esposa y a uno o más de sus hijos, como resultado
de su comportamiento. Se ha sacrificado la salud y la vida misma
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por el amor al dinero.—
Testimonies for the Church 1:478 (1865)
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