Un talento esencial
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Si un pan agrio pudo matar a los puercos, aunque estos animales
son capaces de devorar víboras de cascabel y casi cualquier cosa
detestable, ¿qué efecto tendrá sobre un órgano tan delicado, como el
estómago humano
Cada niña y mujer cristiana tienen el deber sagrado de aprender
inmediatamente a hacer buen pan, dulce y liviano, preparado con
harina de trigo integral no refinada. Las madres deben llevar a sus
hijas a la cocina desde una edad temprana y enseñarles el arte de
cocinar. La madre no puede esperar que sus hijas comprendan los
secretos de las artes domésticas sin educación. Debe instruirlas
pacientemente y con amor, haciendo el trabajo tan agradable como
le sea posible, con un rostro alegre y palabras de aprobación. Si
fracasan una, dos o tres veces, no las debe censurar. El desánimo ya
ha comenzado y se sienten tentadas a decir: “No vale la pena, no
puedo hacerlo”. Este no es el momento de censurar. El fracaso ha
hecho que su voluntad comience a debilitarse. Necesitan el ánimo
de palabras de esperanza y aliento, tales como: “No te preocupes
por los errores que has hecho. Estás aprendiendo y es de esperar que
cometas errores. Inténtalo de nuevo; concéntrate en lo que haces; sé
cuidadosa y ciertamente aprenderás”.
Muchas madres no se dan cuenta de la importancia de esta rama
de conocimiento y en vez de preocuparse por instruir a sus hijos y
soportar sus errores mientras aprenden, prefieren hacer el trabajo
ellas mismas. Cuando sus hijas cometen un error, las sacan de la
cocina diciéndoles: “No vale la pena, tú no puedes hacer nada bien.
Me estorbas más de lo que me ayudas”.
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De esta manera los primeros esfuerzos de las que quieren apren-
der son rechazados y su interés y entusiasmo son enfriados de tal
manera que temen intentar de nuevo, y tratarán de coser, tejer y
limpiar casas pero nunca cocinar...
Las madres deben llevar consigo a sus hijas a la cocina y edu-
carlas pacientemente. Su constitución física mejorará gracias a este
trabajo; sus músculos se fortalecerán, y sus meditaciones serán más
saludables y elevadas al final del día. Podrán sentirse cansadas, pero
¡qué dulce es el descanso después de una cantidad adecuada de tra-
bajo! El sueño, ese dulce restaurador de la naturaleza, vigorizará al
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Testimonies for the Church 1:682-687 (1868)
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