El ejemplo de Cristo
La vida terrenal del Salvador fue una vida de comunión con la
naturaleza y con Dios. En esta comunión nos reveló el secreto de
una vida llena de poder... Mientras trabajaba en el banco del carpin-
tero y llevaba las cargas de la vida doméstica, mientras aprendía las
lecciones de la obediencia y del sufrimiento, hallaba solaz en las
escenas de la naturaleza, de cuyos misterios adquiría conocimiento
al procurar comprenderlos. Estudiaba la Palabra de Dios, y sus horas
más felices eran las que, terminado el trabajo, podía pasar en el
campo, meditando en tranquilos valles y en comunión con Dios,
ora en la falda del monte, ora entre los árboles de la selva. El alba
le encontraba a menudo en algún retiro, sumido en la meditación,
escudriñando las Escrituras, o en oración. Con su canto daba la bien-
venida a la luz del día. Con himnos de acción de gracias amenizaba
las horas de labor, y llevaba la alegría del cielo a los rendidos por el
trabajo y a los descorazonados.
En el curso de su ministerio, Jesús vivió mucho al aire libre. Allí
dio buena parte de sus enseñanzas mientras viajaba a pie de poblado
en poblado. Para instruir a sus discípulos, huía frecuentemente del
tumulto de la ciudad a la tranquilidad del campo, que estaba más en
armonía con las lecciones de sencillez, fe y abnegación que quería
darles...
Agradaba a Cristo reunir al pueblo en torno suyo, al raso, en
un verde collado, o a orillas del lago. Allí, rodeado de las obras
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de su propia creación, podía desviar los pensamientos de la gente
de lo artificioso a lo natural. En el crecimiento y desarrollo de la
naturaleza se revelaban los principios de su reino. Al alzar la vista
hacia los montes de Dios y al contemplar las maravillosas obras de
su mano, los hombres podían aprender valiosas lecciones de verdad
divina. En días venideros las lecciones del divino Maestro les serían
repetidas por las cosas de la naturaleza. La mente se elevaría y el
corazón hallaría descanso..
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El Ministerio de Curación, 33-37
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