Página 244 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Los sanatorios y la obra evangélica
Nuestros sanatorios son uno de los medios de mayor éxito para
alcanzar a toda clase de gente. Cristo ya no está personalmente en
este mundo para ir a las ciudades y a los pueblos y aldeas a fin
de sanar a los enfermos. Nos ha encargado que llevemos a cabo la
obra misionera médica que el comenzó, y debemos hacer lo mejor
posible en el cumplimiento de esta obra. Es necesario establecer
instituciones para el cuidado de los enfermos, donde hombres y mu-
jeres puedan ser colocados bajo la atención de médicos misioneros
temerosos de Dios y ser tratados sin drogas. A estas instituciones
acudirán los que han acarreado enfermedad sobre sí mismos debido
a hábitos impropios de comer y beber. A éstos hay que enseñarles
los principios de la vida sana. Hay que enseñarles el valor de la
abnegación y el dominio propio. Es necesario proveerles un régimen
de alimentación sencillo, sano y agradable, y deben ser atendidos
por médicos y enfermeras llenos de sabiduría.
Nuestros sanatorios son la mano derecha del Evangelio, y abren
puertas a través de las cuales la humanidad doliente puede ser alcan-
zada con las buenas nuevas de sanamiento por medio de Cristo. En
estas instituciones, los enfermos pueden ser enseñados a entregar sus
casos al Gran Médico, quien cooperará con sus fervientes esfuerzos
para recuperar la salud, y producirá en ellos el sanamiento del alma
tanto como la curación del cuerpo.
En nuestros sanatorios se puede llevar a cabo una obra misionera
médica admirable. En ellos Cristo y los ángeles trabajan para aliviar
el sufrimiento causado por la enfermedad del cuerpo. Pero la obra
de ningún modo se detiene allí. Las oraciones ofrecidas por los
enfermos y la presentación de las Escrituras les proporciona un
conocimiento del gran Médico Misionero. Se dirige su atención
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hacia Aquel que puede curar toda enfermedad. Aprenden acerca del
gran don de la vida eterna, el cual el Señor Jesús anhela derramar
sobre quienes lo aceptan. Aprenden a prepararse para las mansiones
que Cristo ha ido a disponer para los que le aman. Si me fuere, dijo él,
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