Página 311 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Economía en el establecimiento de los sanatorios
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Dios no desea que siervo alguno suyo se meta en empresas costosas e
inútiles que endeuden a la gente y la priven de los recursos que podría
traer para ayudar a la obra del Señor. Mientras los que profesan creer
la verdad presente anden en las sendas del Señor para obrar según la
justicia, podrán contar con que el Señor los hará prosperar. Mas si
prefieren errar lejos de la senda estrecha, atraerán la ruina sobre sí
mismos y sobre los que se dejen guiar por ellos.
Ejemplos de abnegación
Los que funden establecimientos médicos deben dar el buen
ejemplo. Aun cuando haya dinero, no deben gastar más de lo ab-
solutamente necesario. La obra del Señor debe dirigirse teniendo
en cuenta las necesidades de cada parte de la viña. Somos todos
miembros de una misma familia, hijos de un mismo Padre, y los
ingresos del Señor deben emplearse del modo que mejor favorezca
los intereses de su causa en el mundo entero. El Señor considera
todas las partes del campo, y su viña debe ser cultivada en conjunto.
No debemos gastar en algunos lugares todo el dinero de la teso-
rería, sino trabajar para edificar la obra en muchos lugares. Deben
añadirse constantemente nuevos territorios al reino de Dios. Otras
partes de su viña deben recibir la ayuda que dará carácter a la obra.
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El Señor nos prohíbe valernos de planes egoístas en su servicio,
que priven a nuestro prójimo de las facilidades que le permitirían
desempeñar su papel en la difusión de la verdad. Debemos amar a
nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Nuestros edificios deben representar nuestra fe
Debemos recordar también que nuestra obra ha de correspon-
der a nuestra fe. Creemos que el Señor vendrá pronto; ¿no debe
manifestarse esta convicción por los edificios que construimos? ¿In-
vertiremos sumas considerables en edificios que pronto quedarán
consumidos por la conflagración final? Nuestro dinero representa
almas, y debemos emplearlo de manera que dé a conocer la verdad
a aquellos que, a causa del pecado, están bajo la condenación di-
vina. Renunciemos, pues, a nuestros planes ambiciosos, y seamos
precavidos contra los extremos y la imprevisión, por temor a que,