Página 327 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Manténgase la pureza de la verdad
Las personas que se encuentran al frente de las instituciones
del Señor tienen gran necesidad de la fuerza, la gracia y el poder
sustentador de Dios, para que no caminen en contra de los principios
sagrados de la verdad. Muchísimos individuos parecen incapaces
de comprender la obligación que tienen de preservar la pureza de
la verdad, libre del menor vestigio de error. Su peligro consiste en
considerar la verdad como algo de baja estima, dejando así sobre
las mentes la impresión de que lo que creamos no tiene gran im-
portancia, siempre que, al llevar a cabo nuestros planes humanos,
nos podamos exaltar ante el mundo como personas que ocupan una
posición superior y los asientos más elevados.
Dios llama a hombres y mujeres de corazones tan cabales como
el acero, que sin tomar en cuenta las circunstancias, mantengan una
integridad inalterable. Llama a seres humanos que se mantengan
separados de los enemigos de la verdad. Llama a hombres que
no osarían apoyarse sobre el brazo de carne entrando en sociedad
con los mundanos, ni siquiera con el fin de obtener medios para
hacer avanzar la obra del Señor, aunque sea para la construcción de
edificios. La alianza que Salomón llevó a cabo con los incrédulos
le produjo oro y plata en abundancia, pero su prosperidad llegó a
ser su propia ruina. Actualmente los hombres no son más sabios
que él y están igualmente propensos a ceder ante las influencias
que causaron su caída. Durante miles de años Satanás ha estado
acumulando experiencia en el arte de engañar; y se acerca a los que
viven en esta época con un poder casi irresistible. Nuestra única
seguridad se encuentra en obedecer la Palabra de Dios, que nos ha
sido dada como guía segura y consejero. Hoy, los que forman parte
del pueblo de Dios deben mantenerse como personas distintas y
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separadas del mundo, de su espíritu y de sus influencias
“Salid de en medio de ellos, y apartaos”.
2 Corintios 6:17
. ¿Oi-
remos la voz de Dios y obedeceremos, o le prestaremos atención a
[
The Review and Herald, 1 de febrero de 1906
.
]
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